2014-12-20

Geoetiquetado

Geoetiquetado (en inglés: geotagging) es el proceso de agregar información geográfica en los metadatos de archivos de imágenes, vídeos, sonido, sitios web, etc. que sirva para su georreferenciación. Por lo general estos datos suelen ser coordenadas que definen la longitud y latitud donde el archivo multimedia ha sido creado, aunque también puede incluir la altitud, nombre del lugar, calle y número de policía, código postal, etc. para posteriormente hallar sus coordenadas geográficas. Información de la Wikipedia


Cómo escribir Geotags

La manera más fácil es con meta tags. Puedes añadir toda la información que quieras sobre tu localización. Sírvete de páginas web gratuitas para generar las etiquetas e impleméntalas en el de tu web. Por ejemplo, entra en [http://www.mygeoposition.com],  o en [http://www.geo-tag.de/generator/en.html] y obtendrás un meta tag similar a este:

<meta name="geo.placename" content="Zaragoza, Zaragoza, España" />
<meta name="geo.position" content="41.6364613;-0.9127665" />
<meta name="geo.region" content="ES-Aragón" />
<meta name="ICBM" content="41.6364613, -0.9127665" />

Otra manera de etiquetar tus páginas es usar Geo microformat. [http://microformats.org/wiki/geo] Solo tienes dos propiedades en el Geo microformat: latitud y longitud. Para añadirlo a tus páginas, simplemente añade la siguiente información:

<div class="geo">GEO:
<span class="latitude">41.6364613</span>,
<span class="longitude">-0.9127665</span>
</div>


¿Quién puede (y debe) usar Geotagging?

Para empezar, es ideal para las tiendas físicas y los sitios turísticos. Si utilizas los geotags, seguro que te posicionas mucho más alto en buscadores que los usan para sus búsquedas que otras webs que no los tienen instalados.
Las páginas webs con geotags ya se utilizan, aunque de manera limitada, en algunos buscadores. Los clientes pueden ir al buscador, introducir su posición y encontrar webs de sitios que están cerca de su posición. Si tu negocio tiene los tags, es más fácil para los clientes encontrar tu sitio. Y ahora que la mayoría de los teléfonos vienen con GPS, podrán llegar a ti aunque simplemente ofrezcas la latitud y la longitud.

Proteger tu privacidad y usar Geotags

Una de las mayores preocupaciones del geotagging es la privacidad. Si tú introduces tu latitud y longitud de tu casa en tu blog, cualquiera que difiera de tu opinión podría ir a tu casa y tocar el timbre. O si tú siempre escribes tu blog en un café a tres kilómetros de tu casa, un ladrón podría saber que no estás en casa por tus geotags y entrar a robar.
Lo bueno de los geotags es que solo necesitas ser tan específico como tú te sientas cómodo. Por ejemplo, puedes poner simplemente la ciudad y no entrar en más detalles. Recuerda además que con Internet estás realmente monotorizado en cada momento. Cada vez que utilizas tu móvil, se envía información sobre dónde estás. O cuando envías un mail, tu ISP dice de dónde se ha enviado el mail. Así que si te quisieran localizar, podrían hacerlo perfectamente.

Información Bibliográfica
http://www.posicionatuweb.co/1/post/2013/09/qu-es-un-geo-tag.html

2014-11-06

EL "NO-DO" POR FECHAS.

Todo el fichero audiovisual de RTVE y NO-DO de la historia,... ¡con acceso libre!. Se encuentran cosas increíbles de la historia de España, desde los años 40.
http://www.rtve.es/filmoteca/no-do/

Toda España desde el aire.

01 - El norte del camino (Guipúzcoa, Bizkaia y Cantabria)
http://youtu.be/daz_ELj-GI4
02 - Camino de perfección (Cantabria, Asturias, Lugo y A Coruña)
http://youtu.be/Z0Zv_wTOHr4
03 - El Canto De Orfeo (Pirineos - Girona, Barcelona y Lleida)
http://youtu.be/eRc4uLZ2PLk
04 - Picos De Leyenda (Pirineos - Huesca)
http://youtu.be/G57NjwBrwb8
05 - Valles Misteriosos (Navarra y Guipúzcoa)
http://youtu.be/Gj86vhiKacI
06 - Galicia, donde da la vuelta el aire (Pontevedra - A Coruña)
http://youtu.be/QPyUYNk-beU

07 - El mundo más allá del fin del mundo (A Coruña)
http://youtu.be/fN-Z9GE7DH4

08 - Pazos, Señores, Reyes y Brujas (A Coruña y Lugo)
http://youtu.be/aO45UdXaovk

09 - La Mancha, por los siglos de los siglos (Toledo, Ciudad Real,
Cuenca y Albacete)
http://youtu.be/vhU7fuSY6ZM

10 - Tajo, Río mayor de España (Río Tajo - Cuenca, Guadalajara, Toledo
y Madrid)
http://youtu.be/jbxSnFe_sWY

11 - La canción del Tajo (Toledo, Talavera de la Reina y Cáceres)
http://youtu.be/BHkjCklmuZo

12 - En el nombre de Íbero (Cantabria, Burgos, La Rioja y Araba)
http://youtu.be/IrGsGAo4dEA

13 - Padre Ebro (Río Ebro - Navarra, Zaragoza y Tarragona)
http://youtu.be/h-MkGHBMo-8

14 - Un río de leyendas (Soria y Burgos)
http://youtu.be/YZvb0jAaftI

15 - Susurrando Romanceros (Río Duero - Valladolid, Zamora y Salamanca)
http://youtu.be/U1Cm8Gxmo_c

16 - Entre Olivos (Andalucía - Río Guadalquivir - Jaén y Córdoba)
http://youtu.be/oxLHGX4ux8E

17 - Hacias las marismas (Córdoba y Sevilla)
http://youtu.be/gW4jdM-zTr4

18 - El Río de las Nieves (Andalucía - Río Genil - Granada, Sevilla y
Córdoba)
http://youtu.be/eFsFJSHL4Sw

19 - Una costa muy brava (Costa Mediterránea - Girona, Barcelona y
Tarragona)
http://youtu.be/GeVwt55RSGs

20 - Con Mar de Levante (Castelló, València y Alacant)
http://youtu.be/dKLo1k9NBvM
21 - El sur también existe (Murcia, Almería, Granada y Málaga)
http://youtu.be/qJ9RgKh6ERY

22 - El sur del sur (Cádiz, Ceuta y Melilla)
http://youtu.be/0AX-rEQQY6k
23 - La dama del Mediterráneo (Baleares - Mallorca)
http://youtu.be/JQvDFuEH1FI
24 - Las islas de la luna (Baleares - Menorca, Cabrera, Ibiza y Formentera)
http://youtu.be/mxqaeVekX28

25 - La tierra de los bienaventurados (Canarias - Hierro, La Palma,
Gomera y Tenerife)
http://youtu.be/jHPBGRqWuiw

26 - El jardín del paraíso - (Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote)
http://youtu.be/i63GFqwG2GE

2014-11-02

Hubo más europeos esclavizados por los musulmanes que esclavos negros enviados a América

"¿Hay moros en la costa?", decimos todavía hoy para significar la presencia de alguien no particularmente grato. ¿Saben por qué?, lean este artículo y lo sabrán.
¡Quién lo había de decir! La trata de esclavos, esa infamia que, según musulmanes, africanos y europeos etnomasoquistas, constituye la mayor lacra de Europa, ahora resulta que fue ampliamente superada, al menos en los siglos XVI y XVII, por la cometida contra los nuestros por parte del islam. Es cierto, es cierto: el “tú más” no justifica nada. La trata de esclavos negros fue una indignidad tan aborrecible como injustificable. Pero hay una pequeña diferencia: nosotros la reconocemos y deploramos (hoy en día hasta exagerando los zurriagazos). Ellos, en cambio —el mundo musulmán—, no reconoce ni deplora nada. Hay otra diferencia además: cuando nos querían arrebatar a los nuestros, los europeos combatimos todo lo que pudimos al enemigo (y así se produjo la victoria de Lepanto, y así tuvo lugar la expulsión de los moriscos, que colaboraban en las razias). Y cuando capturaban a los blancos, los padres terciarios y mercedarios intentaban rescatarlos. Nada de todo ello existió nunca en África.
Pero pasemos a ver lo que nos cuenta el profesor norteamericano Robert C. Davis.
Los historiadores estadounidenses han estudiado todos los aspectos de la esclavización de los africanos por parte de los blancos, pero han ignorado en gran medida la esclavitud de los blancos por parte de los africanos del Norte. Christian Slaves, Muslim Masters [Esclavos cristianos, amos musulmanes][1] es un libro cuidadosamente documentado y escrito con claridad sobre lo que el profesor Davis denomina "la otra esclavitud", que floreció durante aproximadamente la misma época que el tráfico transatlántico de esclavos y que devastó a cientos de comunidades costeras europeas. En la mente de los blancos de hoy, la esclavitud no juega en absoluto el papel central que tiene entre los negros. Y, sin embargo, no se trató ni de un problema de corta duración ni de algo carente de importancia. La historia de la esclavitud en el Mediterráneo es, de hecho, tan siniestra como las descripciones más tendenciosas de la esclavitud americana.
Un comercio al por mayor
La costa de Berbería, que se extiende desde Marruecos hasta la actual Libia, fue el hogar de una próspera industria del secuestro de seres humanos desde 1500 hasta aproximadamente 1800. Las principales capitales esclavistas eran Salé (en Marruecos), Túnez, Argel y Trípoli, habiendo sido las armadas europeas demasiado débiles durante la mayor parte de este período para efectuar algo más que una resistencia meramente simbólica.
El tráfico trasatlántico de negros era estrictamente comercial, pero para los árabes los recuerdos de las Cruzadas y la rabia por haber sido expulsados de España en 1492 parecen haber motivado una campaña de secuestro de cristianos que casi parecía una yihad.
"Fue quizás este aguijón de la venganza, frente a los amables regateos en la plaza del mercado, lo que hizo que los traficantes islámicos de esclavos fueran mucho más agresivos y en un principio mucho más prósperos (por así decirlo) que sus homólogos cristianos", escribe el profesor Davis.
Durante los siglos XVI y XVII fueron más numerosos los esclavos conducidos al sur a través del Mediterráneo que al oeste a través del Atlántico. Algunos fueron devueltos a sus familias contra pago de un rescate, otros fueron utilizados para realizar trabajos forzados en África del Norte, y los menos afortunados murieron trabajando como esclavos en las galeras.
Lo que más llama la atención de las razias esclavistas contra las poblaciones europeas es su escala y alcance. Los piratas secuestraron a la mayoría de sus esclavos interceptando barcos, pero también organizaron grandes asaltos anfibios que prácticamente dejaron despobladas partes enteras de la costa italiana. Italia fue el país que más sufrió, en parte debido a que Sicilia está a sólo 200 km de Túnez, pero también porque no tenía un gobierno central fuerte que pudiese resistir a la invasión.
Las grandes razias a menudo no encontraron resistencia
Cuando los piratas saquearon, por ejemplo, Vieste en el sur de Italia en 1554, se hicieron con el alucinante número de 6.000 presos. Los argelinos secuestraron 7.000 esclavos en la bahía de Nápoles en 1544, una incursión que hizo caer tanto el precio de los esclavos que se decía poder "intercambiar a un cristiano por una cebolla".
España también sufrió ataques a gran escala. Después de una razia en Granada en 1556 que se llevó a 4.000 hombres, mujeres y niños, se decía que "llovían cristianos en Argel". Y por cada gran razia de este tipo, había docenas más pequeñas.
La aparición de una gran flota podía hacer huir a toda la población al interior, vaciando las zonas costeras.
En 1566, un grupo de 6.000 turcos y corsarios cruzó el Adriático para desembarcar en Francavilla al Mare. Las autoridades no podían hacer nada, y recomendaron la evacuación completa, dejando a los turcos el control de más de 1.300 kilómetros cuadrados de pueblos abandonados hasta Serracapriola.
Cuando aparecían los piratas, la gente a menudo huía de la costa hacia la ciudad más cercana, pero el profesor Davis explica que hacer tal cosa no siempre fue una buena estrategia: "Más de una ciudad de tamaño medio, llena de refugiados, fue incapaz de resistir un ataque frontal de cientos de asaltantes. El capitán de los piratas, que de lo contrario tendría que buscar unas pocas docenas de esclavos a lo largo de las playas y en las colinas, ahora podía encontrar mil o más cautivos convenientemente reunidos en un mismo lugar a los que tomar."
Los piratas volvían una y otra vez para saquear el mismo territorio. Además de un número mucho mayor de pequeñas incursiones, la costa de Calabria sufrió las siguientes depredaciones graves en menos de diez años: 700 personas capturadas en una sola razia en 1636, 1.000 en 1639 y 4.000 en 1644.
Durante los siglos XVI y XVII, los piratas establecieron bases semipermanentes en las islas de Isquia y Procida, cerca de la desembocadura de la Bahía de Nápoles, elegida por su tráfico comercial.
Al desembarcar, los piratas musulmanes no dejaban de profanar las iglesias. A menudo robaban las campanas, no sólo porque el metal fuese valioso, sino también para silenciar la voz distintiva del cristianismo.
En las pequeñas y más frecuentes incursiones, un pequeño número de barcos operaba furtivamente y se dejaba caer con sigilo sobre los asentamientos costeros en mitad de la noche, con el fin de atrapar a las gentes "mansas y todavía desnudas en la cama". Esta práctica dio origen al dicho siciliano "pigliato dai turchi" ("tomado por los turcos"), y se emplea cuando se coge a alguien por sorpresa o por estar dormido o distraído.
Las mujeres eran más fáciles de atrapar que los hombres, y las zonas costeras podían perder rápidamente todas las mujeres en edad de tener hijos. Los pescadores tenían miedo de salir, y no se hacían a la mar más que en convoyes. Finalmente, los italianos abandonaron gran parte de sus costas. Como explica el profesor Davis, a finales del siglo XVII, "la península italiana fue saqueada por corsarios berberiscos durante dos siglos o más, y las poblaciones costeras se retiraron en gran medida a pueblos fortificados en las colinas, o a ciudades más grandes como Rimini, abandonando kilómetros de costa, ahora pobladas de vagabundos y filibusteros".
No fue hasta alrededor de 1700 cuando los italianos estuvieron en condiciones de prevenir las razias, aunque la piratería en los mares pudo continuar sin obstáculos.
La piratería llevó a España y sobre todo a Italia a alejarse del mar y a perder con efectos devastadores sus tradiciones de comercio y navegación: "Por lo menos para España e Italia, el siglo XVII representó un período oscuro en el que las sociedades española e italiana fueron meras sombras de lo que habían sido durante las anteriores épocas doradas".
Algunos piratas árabes eran avezados navegantes de alta mar, y aterrorizaban a los cristianos hasta una distancia de 1.600 kilometros. Una espectacular razia en Islandia en 1627 dejó cerca de 400 prisioneros.
Existe la creencia de que Inglaterra era una potencia naval formidable desde la época de Francis Drake, pero a lo largo del siglo XVII los piratas árabes operaron libremente en aguas británicas, penetrando incluso en el estuario del Támesis para capturar y asolar las ciudades costeras. En sólo tres años, desde 1606 hasta 1609, la armada británica reconoció haber perdido, por culpa de los corsarios argelinos, no menos de 466 buques mercantes británicos y escoceses. A mediados de la década de 1600, los británicos se dedicaron a un activo tráfico de negros entre ambos lados del Atlántico, pero muchas de las tripulaciones británicas pasaron a ser propiedad de los piratas árabes.
La vida bajo el látigo
Los ataques terrestres podían ser muy exitosos, pero eran más arriesgados que los marítimos. Los navíos eran por lo tanto la principal fuente de esclavos blancos. A diferencia de sus víctimas, los buques piratas tenían dos modos de propulsión: además de las velas, los galeotes. Llevaban muchas banderas diferentes, por lo que cuando navegaban podían enarbolar el pabellón que tuviera más posibilidades de engañar a sus presas.
Un buen barco mercante de gran tamaño podía llevar unos 20 marinos en buen estado de salud, preparados para durar algunos años en galeras. Los pasajeros en cambio para servían obtener un rescate. Los nobles y ricos comerciantes se convirtieron en piezas atractivas, así como los judios, que a menudo podían significar un suculento rescate pagado por sus correligionarios. Los dignatarios del clero también eran valiosos porque el Vaticano solía pagar cualquier precio para arrancarlos de las manos de los infieles.
Cuando llegaban los piratas, a menudo los pasajeros se quitaban sus buenos ropajes y trataban de vestirse tan mal como fuese posible, con la esperanza de que sus captores les restituyeran a sus familias a cambio de un modesto rescate. Este esfuerzo resultaba inútil si los piratas torturaban al capitán para sonsacarle información sobre los pasajeros. También era común hacer que los hombres se desnudaran, para buscar objetos de valor cosidos en la ropa, y ver si los circuncidados judíos no estaban disfrazados de cristianos.
Si los piratas iban cortos de esclavos en galeras, podían poner algunos de sus cautivos a trabajar de inmediato, pero a los presos los colocaban generalmente en la bodega para el viaje de regreso. Iban apiñados, apenas podían moverse entre la suciedad, el mal olor y los parásitos, y muchos morían antes de llegar a puerto.
A su llegada al norte de África, era tradición que los cristianos recientemente capturados desfilaran por las calles para que la gente pudiera hacer burla de ellos y los niños cubrirlos de basura.
En el mercado de esclavos, los hombres estaban obligados a brincar para demostrar que no eran cojos, y los compradores a menudo querían desnudarlos para ver si estaban sanos, lo cual también permitía evaluar el valor sexual de hombres y mujeres; las concubinas blancas tenían un gran valor, y todas las capitales esclavistas poseían una floreciente red homosexual. Los compradores que esperaban hacer dinero rápido con un gran rescate examinaban los lóbulos de las orejas para encontrar marcas de perforación, lo cual era indicio de riqueza. También era habitual examinar los dientes de un cautivo para ver si podía sobrevivir a un régimen esclavista duro.
El pachá o soberano de la región recibía un cierto porcentaje de los esclavos como forma de impuesto sobre la renta. Estos eran casi siempre hombres, y se convertían en propiedad del gobierno en lugar de ser propiedad privada. A diferencia de los esclavos privados, que por lo general embarcaban con sus amos, aquéllos vivían en bagnos, que es como se llamaba a los almacenes de esclavos del pachá. Era común afeitar la cabeza y la barba de los esclavos públicos como humillación adicional, en un momento en que la cabeza y el vello facial eran una parte importante de la identidad masculina.
La mayoría de estos esclavos públicos pasaban el resto de sus vidas como esclavos en galeras. Resulta difícil imaginar una existencia más miserable. Los hombres eran encadenados tres, cuatro o cinco a cada remo, y sus tobillos quedaban encadenados también juntos. Los remeros nunca dejaban su bancada, y cuando se les permitía dormir, lo hacían en ella. Los esclavos podían empujarse para llegar a hacer sus necesidades en un agujero en el casco, pero a menudo estaban demasiado cansados ​​o desanimados para moverse y descargaban ahí donde estaban sentados. No tenían ninguna protección contra el ardiente sol mediterráneo, y sus amos les despellejaban las espaldas con el instrumento favorito del negrero: el látigo. No había casi ninguna posibilidad de escape o rescate, el trabajo de un galeote era el de matarse a trabajar —sobre todo en las razias para capturar más miserables como él—, siendo arrojados por la borda a la primera señal de enfermedad grave.
Cuando la flota pirata estaba en puerto, los galeotes vivían en el bagno y hacían todo el trabajo sucio, peligroso o agotador que el Pachá les ordenara hacer. Solían cortar y arrastrar piedras, dragar el puerto o encargarse de las labores más penosas. Los esclavos que se encontraban en la flota del sultán ruco ni siquiera tenían esa opción. A menudo estaban en el mar durante meses seguidos y permanecían encadenados a los remos incluso en el puerto. Sus barcos eran prisiones de por vida.
Otros esclavos en la costa bereber tenían un trabajo más variado. A menudo hacían el trabajo agrícola que asociamos a la esclavitud en Estados Unidos, pero los que tenían habilidades eran alquilados por sus dueños. Algunos de éstos simplemente aflojaban a sus esclavos durante la jornada con orden de regresar con una cierta cantidad de dinero por la noche, bajo la amenaza de ser golpeados brutalmente en caso de no hacerlo. Los dueños esperaban normalmente una ganancia de un 20% sobre el precio de compra. Hicieran lo que hiciesen, en Túnez y Trípoli los esclavos llevaban un anillo de hierro alrededor de un tobillo y arrastraban una pesada cadena de entre 11 y 14 kg.
Algunos dueños ponían a sus esclavos blancos a trabajar las tierras muy lejos, donde todavía se enfrentan a otra amenaza: una nueva captura y una nueva esclavitud más en el interior. Estos desgraciados probablemente no verían ya más a otro europeo en el resto de su corta vida.
El profesor Davis señala que no existía ningún obstáculo a la crueldad: "No había fuerza que pudiese proteger al esclavo de la violencia de su amo, no existían leyes locales en contra de la crueldad, ni una opinión pública benevolente, y raramente existía una presión efectiva por parte de los Estados extranjeros".
Los esclavos blancos no sólo eran mercancías, sino también infieles, y merecían todo el sufrimiento infligido por sus dueños.
El profesor Davis señala que "todos los esclavos que, habiendo vivido en bagnos, sobrevivieron para contar sus experiencias destacaban la crueldad y la violencia endémica ahí practicada". El castigo favorito era el azotamiento. Un esclavo podía recibir hasta 150 o 200 golpes, lo cual podía dejarlo lisiado. La violencia sistemática convirtió a muchos hombres en autómatas.
Los esclavos cristianos eran a menudo tan abundantes y tan baratos que no había ningún incentivo para cuidarlos. Muchos dueños les hacían trabajar hasta morir y compraban otros para remplazarlos.
Los esclavos públicos también contribuían a un fondo para mantener a los sacerdotes en el bagno. Era una época muy religiosa, e incluso en las condiciones más terribles los hombres querían tener la oportunidad de confesarse, y, lo más importante, de recibir la extremaunción. Había casi siempre un sacerdote cautivo o dos en los bagnos, pero para estar disponible para sus deberes religiosos, otros esclavos debían contribuir y comprarle su tiempo al Pachá, por lo que a algunos esclavos en las galeras no les quedaba nada para comprar comida o ropa. Sin embargo, durante ciertos períodos, los europeos que vivían libres en las ciudades bereberes contribuían a los gastos de mantenimiento de los sacerdotes de los bagnos.
Para algunos, la esclavitud se convirtió en algo más que soportable. Ciertos oficios, en particular, el de constructor naval, eran tan codiciados que el dueño de un esclavo podía recompensarlo con una villa privada y amantes. Incluso algunos residentes del bagno lograron sacar partido de la hipocresía de la sociedad islámica y mejorar de tal modo su condición. La ley prohibía estrictamente a los musulmanes el comercio de alcohol, pero era más indulgente con los musulmanes que sólo lo consumían. Los esclavos emprendedores establecieron tabernas en los bagnos, y algunos llegaban a tener una buena vida al servicio de los musulmanes bebedores.
Una forma de aligerar la carga de la esclavitud era "tomar el turbante" y convertirse al islam. Esto eximia del servicio en galeras, de los trabajos más penosos y de alguna que otra faena impropia de un hijo del profeta, pero no de ser esclavo. Uno de los trabajos de los sacerdotes de los bagnos era evitar que los hombres desesperados se convirtieran, pero la mayoría de esclavos no parecían necesitar el tal consejo. Los cristianos creían que la conversión podría poner en peligro sus almas, además de requerirse también el desagradable ritual de la circuncisión de los adultos. Muchos esclavos parecían sufrir los horrores de la esclavitud tratándolos como un castigo por sus pecados y como una prueba a su fe. Los dueños les disuadían de la conversión, ya que éstas limitaban el uso de los malos tratos y bajaban el valor de reventa de un esclavo.
Para los esclavos, resultaba imposible escapar. Estaban muy lejos de casa, a menudo eran encadenados, y podían ser identificados de inmediato por sus rasgos europeos. La única esperanza era el rescate. A veces la suerte no tardaba en llegar. Si un grupo de piratas había capturado tantos hombres como para no tener ya espacio bajo el puente, podía hacer una incursión en una ciudad y luego regresar a los pocos días para vender los cautivos a sus familias. Por lo general, ello se hacía a un precio mucho menor que el de alguien que se rescataba desde África del Norte, pero con todo era mucho más de lo que los agricultores se podían permitir. Los agricultores generalmente no tenían liquidez, ni bienes al margen de la casa y la tierra. Un comerciante estaba por lo general preparado para comprarlos a un precio bajo, pero significaba que el cautivo regresaba a una familia completamente arruinada.
La mayoría de los esclavos dependían de La labor caritativa de los trinitarios (orden fundada en Italia en 1193) y de los mercedarios (fundada en España en 1203). Estas órdenes religiosas se establecieron para liberar a los cruzados en poder de los musulmanes, pero pronto cambiaron su trabajo por el de la liberación de los esclavos en poder de los piratas berberiscos, recaudando dinero específicamente para esta labor. A menudo ponían cajas de seguridad fuera de las iglesias con la inscripción "por la recuperación de los pobres esclavos", y el clero llamaba a los cristianos ricos a dejar dinero. Las dos órdenes se convirtieron en hábiles negociadoras, y por lo general lograron comprar esclavos a mejores precios que los obtenidos por libertadores sin experiencia. Sin embargo, nunca hubo suficiente dinero para liberar a muchos cautivos, y el profesor Davis estima que no más de un 3 o un 4% de los esclavos fueron rescatados en un solo año. Esto significa que la mayoría dejaron sus huesos en las tumbas anónimas de cristianos, fuera de las murallas de la ciudad.
Las órdenes religiosas llevaban cuentas exactas de los resultados obtenidos. En el siglo XVII, los trinitarios españoles, por ejemplo, llevaron a cabo 72 expediciones para el rescate de esclavos, con una media de 220 liberaciones por ​​cada una de dichas expediciones. Era costumbre llevarse con ellos los esclavos liberados y hacerlos caminar por las calles de la ciudad en las grandes celebraciones. Estas procesiones, que tenían una profunda connotación religiosa, se convirtieron en uno de los espectáculos urbanos más característicos de la época. A veces los esclavos marchaban en sus antiguos hábitos de esclavos para enfatizar los tormentos que sufrieron; otras veces llevaban trajes blancos especiales para simbolizar su renacimiento. Según los registros de la época, muchos esclavos liberados no se reinsertaron por completo después de sus vivencias, especialmente si habían pasado muchos años en cautiverio.
¿Cuántos esclavos? El profesor Davis señala que las numerosas investigaciones efectuadas han logrado que se determine con la mayor precisión posible el número de negros traídos a través del Atlántico, pero no existe ningún esfuerzo similar para determinar la extensión de la esclavitud en el Mediterráneo. No es fácil conseguir cifras fiables. Los árabes no suelen conservar los archivos. Pero a lo largo de sus diez años de investigación, el profesor Davis ha logrado desarrollar un método de estimación.
Por ejemplo, el registro indica que desde 1580 hasta 1680 hubo un promedio de unos 35.000 esclavos en países berberiscos. Contando con la pérdida constante a través de la muerte y del rescate, si la población se mantuvo constante, entonces la tasa de captura de nuevos esclavos por los piratas era igual a la tasa de desgaste. Hay una buena base para la estimación de las tasas de mortalidad. Por ejemplo, sabemos que de los cerca de 400 islandeses capturados en 1627, sólo hubo 70 supervivientes ocho años después. Además de la desnutrición, el hacinamiento, el exceso de trabajo, y los castigos brutales, los esclavos sufrieron epidemias de peste, que por lo general eliminaban entre el 20 y el 30% de los esclavos blancos.
A través de diversas fuentes, el profesor Davis estima que la tasa de mortalidad fue de aproximadamente un 20% al año. Los esclavos no tenían acceso a las mujeres, por lo que la sustitución se realizaba exclusivamente a través de las capturas.
Su conclusión: entre 1530 y 1780 hubo, con casi total seguridad, un millón y tal vez hasta millón y cuarto de cristianos blancos europeos esclavizados por los musulmanes de la costa bereber. Esto supera con creces la cifra generalmente aceptada de 800.000 africanos transportados a las colonias de América del Norte y más tarde a los Estados Unidos.
El profesor Davis explica que, a finales de 1700, se controló mejor este comercio, pero hubo un renacimiento de la trata de esclavos blancos durante el caos de las guerras napoleónicas.
La flota norteamericana no quedó libre de la depredación. Fue sólo en 1815, después de dos guerras contra ellos, que los marinos estadounidenses se libraron de los piratas berberiscos. Estas guerras fueron importantes operaciones para la joven república; una campaña que se recuerda en las estrofas de "a las orillas de Trípoli", en el himno de la marina. Cuando los franceses tomaron Argel en 1830, todavía había 120 esclavos blancos en el bagno.
¿Por qué hay tan poco interés por la esclavitud del Mediterráneo, mientras que la erudición y la reflexión sobre la esclavitud negra nunca termina? Como explica el profesor Davis, los esclavos blancos con dueños no blancos simplemente no encajan en "la narrativa maestra del imperialismo europeo." Los patrones de victimización tan queridos por los intelectuales requieren de la maldad del blanco, no del sufrimiento del blanco.
El profesor Davis también señala que la experiencia europea de la esclavitud a gran escala muestra el engaño en que consiste otro tema favorito de la izquierda: que la esclavitud negra fue un paso crucial en la creación de los conceptos europeos de raza y jerarquía racial.
No es así. Desde hace siglos, los propios europeos han vivido con en el miedo del látigo, y un gran número asistieron a procesiones celebradas por el rescate de los esclavos liberados, todos los cuales eran blancos. La esclavitud era un destino más fácilmente imaginable para ellos mismos que para los lejanos africanos.
© Le blog de Marysieńka
Concluida la lectura, les invitamos a hacer una pequeña constatación. Vayan a Google, pulsen en "Imágenes" y busquen términos tales como "europeos esclavizados", "esclavos blancos" o cualquier otra expresión parecida. Verán lo que les sale...
Nota Bibliográfica
Documento origional en :
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=4449


2014-10-19

La Polilla Lunar (The Moon Moth), por Jack Vance

La Polilla Lunar de Jack Vance, ciencia ficción: Transcripción del cuento de Jack Vance 'La Polilla Lunar', quizás uno de los mejores cuentos de CF que se ha escrito.
La Polilla Lunar de Jack Vance, ciencia ficción La casa flotante había sido construida según los más exigentes cánones de la artesanía de Sirene, es decir tan cerca de la perfección como el ojo humano podía distinguir. En la cubierta de madera oscura encerada no se veían junturas; las tablas estaban aseguradas con clavos de platino embutidos. La embarcación era maciza, amplia de manga, estable como la costa misma, y sus líneas no revelaban pesadez ni lentitud. La proa se ensanchaba como el pecho de un cisne; la alta tajamar se curvaba hacia delante para sostener un fanal de hierro. Las puertas estaban cortadas en una sola pieza de madera veteada verdinegra; las ventanas llevaban múltiples paneles de mica teñida de rosa, azul violeta y verde claro. La proa estaba destinada a finalidades prácticas y a los camarotes de los esclavos; en el centro de la embarcación había dos dormitorios, un comedor y un salón que se abría sobre la cubierta de observación situada a popa.
Se trataba de la casa flotante de Edwer Thissell, pero su propietario no le daba placer ni orgullo. Se encontraba en un estado deplorable: las alfombras raídas, los mamparos descantillados, el fanal de proa herrumbrado. Setenta años antes el primer propietario, al recibir la embarcación, había sido honrado, y honrado su constructor, pues la transacción (un proceso que representaba mucho más que un simple dar y tomar) aumentaba el prestigio de ambos. Eso era historia antigua; ahora no se derivaba el menor prestigio de la casa flotante. Edwer Thissell, que sólo llevaba tres meses en Sirene, reconocía esa carencia, pero nada podía hacer al respecto. La embarcación era la mejor que había podido conseguir. Se hallaba sentado en la cubierta practicando con la ganga, un instrumento del tipo de la cítara, apenas mayor que su mano. A cien metros, las olas delimitaban una franja de playa blanca; más allá se iniciaba la jungla, y en el horizonte se destacaba la silueta de unas negras sierras escarpadas. Mireille, en el cielo blanco, se veía brumoso, como a través de una telaraña; la superficie del océano se ahuecaba y reagrupaba destellos de nácar. La escena se había hecho tan familiar-aunque menos aburrida-como la ganga en la que había practicado durante dos horas escalas sirenesas, arpegios, y progresiones simples. Dejó la ganga y cogió el zachinko: una pequeña caja de resonancia, con teclas que se tocaban con la mano derecha. La presión hacía pasar el aire por lengüetas situadas en las teclas mismas, y producía un sonido similar al de la concertina. Thissell ejecutó una docena de rápidas escalas, con muy pocos errores. De los seis instrumentos que se había propuesto estudiar, el zachinko le resultaba el menos difícil (a excepción, naturalmente, de la guimersina, artificio de piedra y madera que repica y castañetea y se usa exclusivamente con los esclavos).
Thisell practicó diez minutos más, y luego dejó el zachinko. Estiró los brazos y entrelazó sus dedos doloridos. Desde su llegada, había dedicado íntegramente su tiempo, cuando no dormía, a la guimersina, la ganga, elkiv, el estrapante y el gomapardo. Había practicado escalas en cuatro modos y diecinueve claves, innumerables acordes, intervalos jamás imaginados en los Planetas Centrales. Trinos, arpegios, ligaduras, nasalizaciones; armónicos aumentados y en sordina; vibratos y disonancia de acordes; concavidades y convexidades. Se ejercitaba con una tenacidad inquebrantable; había perdido mucho antes su idea original de la música como una fuente de placer. Thissell miró los instrumentos y refrenó la tentación de arrojar los seis al Titánico.
Se puso de pie, atravesó el salón y el comedor, rodeó la cocina por un pasillo y alcanzó la cubierta de proa. Se inclinó sobre la baranda y escudriñó las jaulas subacuáticas; Toby y Rex, los esclavos, enjaezaban los peces de tiro para el viaje semanal a Fan; a catorce kilómetros al norte. El pez más joven, inquieto o juguetón, brincaba y se zambullía. Su hocico negro emergió a la superficie, chorreando, y Thissell lo miró con peculiar repugnancia; ¡el pez no llevaba máscara!
Rió, incómodo, mientras tocaba su propia máscara, la Polilla Lunar. Sin duda alguna, se estaba acostumbrando a Sirene. Había llegado a una nueva etapa si la cara descubierta de un pez le disgustaba.
Finalmente, el pez quedó sujeto. Toby y Rex treparon a bordo, con los rojos cuerpos mojados y sus rostros cubiertos por máscaras de tela negra. Ignorando a Thisell, estibaron las jaulas y levaron ancla. Los peces de tiro se esforzaron, los arneses se estiraron y la casa flotante avanzó hacia el norte.
Thisell regresó a la cubierta posterior y cogió el estrapante, una caja circular de veinte centímetros de diámetro. Cuarenta y seis cuerdas metálicas irradiaban desde un eje central hacia la periferia, donde estaban unidas a una campanilla o bien a una barra metálica. Si se punteaban las cuerdas, repiqueteaban las campanillas y vibraban las barras; si se rasgueaban se obtenía un son profundo y tintineante. Bien tocado, el estrapante producía disonancias agradablemente ácidas de expresivo efecto; en manos profanas, el resultado era menos feliz y podía aproximarse al ruido aleatorio. Era el instrumento que Thissell menos dominaba, y se concentró en su práctica durante todo el viaje al norte.
A su debido tiempo, la embarcación llegó a la ciudad flotante. Se refrenó a los peces de tiro y se amarró la casa al muelle. Una hilera de ociosos pesaba y medía cada aspecto de la casa flotante, de los esclavos y del mismo Thissell, conforme a la costumbre sirenesa. Thissell, que aún no se había habituado a esa minuciosa inspección, la encontró turbadora, sobre todo a causa de la inmovilidad de las máscaras. Preocupado por su apariencia, ajustó su propia Polilla Lunar y trepó por la escalerilla.
Un esclavo en cuclillas se irguió, se tocó la frente enmascarada por un trapo negro con los nudillos y canturreó una frase interrogante en tres tonos:
-¿Acaso la Polilla Lunar que contemplo expresa la identidad de Ser Edwer Thissell?
Thissell golpeteó la guimersina que llevaba pendiente del cinturón y cantó:
-Soy ser Thissell.
-He sido honrado con una misión-cantó el esclavo-. Aguardé en el muelle tres días del alba al poniente; del poniente al alba me tendí en una balsa bajo el embarcadero oyendo los pasos de los Hombres de la Noche. Por fin he visto la máscara de Ser Thissell.
Thissell arrancó a la guimersina un sonsonete impaciente.
-¿Cuál es la naturaleza de tu misión?
-Traigo un mensaje, Ser Thissell.
El nombrado extendió su mano izquierda, mientras tocaba la guimersina con la derecha.
-Dame el mensaje.
-Inmediatamente, Ser Thissell.
En el sobre podía leerse:
¡COMUNICADO DE EMERGENCIA! ¡URGENTE!
Thissell lo abrió. El mensaje estaba firmado por Castel Cromartin, director ejecutivo de la Junta Intermundial de Policía, y, después del ceremonioso saludo, decía:
Las órdenes que siguen deben cumplirse con la máxima diligencia. El notorio asesino Haxo Angmark viaja a bordo del Carina Cruzeiro rumbo a Fan. Fecha de llegada, 10 de enero T.U. Con las fuerzas adecuadas, arreste y encarcele a ese hombre al desembarcar. Esta orden debe ser realizada con éxito; todo fracaso se considerará inaceptable.
¡Atención! Haxo Angmark es peligroso en grado sumo. Debe matarle ante la menor muestra de resistencia.
Thisell estudió el mensaje, consternado. No esperaba nada similar al venir como representante consular a Fan; no tenía competencia ni vocación para la captura de asesinos peligrosos. Meditativamente, se rascó la velluda mejilla gris de la máscara. La situación no era totalmente desesperada; sin duda Esteban Rolver, director del espaciopuerto, cooperaría; y quizá le suministrara un pelotón de esclavos.
Thisell releyó el texto, con más esperanzas. Día 10 de enero, Tiempo Universal... Consultó un calendario de conversión. Hoy era 40 de la Estación del Néctar Amargo... Thissell recorrió la columna con el dedo y se detuvo. 10 de enero. Precisamente el día de hoy.
Un murmullo lejano atrajo su atención. Una sombra oscura emergía de la niebla: el transporte de desembarco regresaba del Carina Cruzeiro.
Thissell leyó una vez más la nota, alzó la cabeza y miró la barca aérea. En ella debía venir Haxo Angmark. En cinco minutos éste pisaría el suelo de Sirene. Las formalidades de desembarco le retendrían quizá veinte minutos. El campo de aterrizaje se encontraba a dos kilómetros de Fan, por un camino que serpenteaba entre las colinas.
Thissell se volvió al esclavo:
-¿Cuándo llegó este mensaje?
El hombre se inclinó hacia delante, sin comprender. Thissell reiteró la pregunta cantando, al ritmo de la guimersina:
-El mensaje. ¿Cuánto tiempo has gozado del honor de custodiarlo?
El esclavo cantó:
-He aguardado largos días en el muelle, retirándome a la balsa sólo al caer la noche. Mi espera ha sido recompensada; he visto a Ser Thissell.
Thissell se volvió y caminó furioso por el muelle. ¡Torpes e ineficaces sireneses! ¿Por qué no le habían llevado el mensaje a la casa flotante? Sólo quedaban veinticinco minutos... veintidós para ser exactos.
Thissell se detuvo en la explanada, mirando a derecha e izquierda, esperando un milagro; algún tipo de transporte aéreo que le llevara al espaciopuerto, donde, con la ayuda de Rolver, aún sería posible detener a Haxo Angmark. O mejor aún, un segundo mensaje que cancelara el primero. Algo, cualquier cosa... Pero no había taxis aéreos en Sirene, y no llegó un segundo mensaje.
Al otro lado de la explanada se alzaba una hilera de construcciones permanentes de hierro y piedra, y por tanto inmunes al ataque de los Hombres de la Noche. Una de ellas era una caballeriza; y mientras Thissell miraba vio salir a un hombre con una espléndida máscara de perlas y plata jineteando una de las criaturas similares a lagartos de Sirene.
Ante los establos, el caballerizo examinaba solícito a sus animales; de vez en cuando pulía una escama o ahuyentaba un insecto. Había cinco bestias en excelentes condiciones, casi tan altas como un hombre, con sólidas patas, gruesos cuerpos y pesadas cabezas triangulares. De las patas delanteras, artificialmente alargadas y curvadas hasta convertirse casi en círculos, pendían anillos de oro. Sus escamas habían sido pintadas con arabescos: verde y púrpura, naranja y negro, azul y rojo, rosa y castaño, amarillo y plata.
Thissell se detuvo, sin aliento, ante el caballerizo. Buscó su kiv 1 , pero vaciló. ¿Podía considerarse que éste era un encuentro personal casual? ¿Sería más conveniente el zachinko? Sin embargo, la explicación de sus necesidades no parecía exigir un planteamiento formal. Mejor era el kiv. Tocó un acorde, y descubrió que, por error, había cogido su ganga. Thissell sonrió pidiendo excusas debajo de la máscara. Su relación con el caballerizo no era de ningún modo íntima. Esperaba que el hombre tuviera un temperamento dinámico, y de cualquier modo la urgencia de la situación no le dejaba tiempo para elegir el instrumento apropiado. Tocó un segundo acorde, con tanta precisión como se lo permitían su desasosiego y su falta de aliento y habilidad y entonó:
-Ser Caballerizo, necesito una cabalgadura rápida. Permítame elegir una.
El caballerizo usaba una máscara de considerable complejidad que Thissell no pudo identificar. Estaba hecha de tela marrón brillante y piel gris tableada, y llevaba en la frente dos enormes globos de color rojo y verde, multifacetados, como ojos de insecto. Estudió largamente a Thissell y después de elegir con toda deliberación su estímula2 ejecutó una brillante progresión de trinos y rondas cuyo sentido Thissell no pudo interpretar. El caballerizo cantó:
-Ser Polilla Lunar, temo que mis animales sean inadecuados para una persona tan distinguida.
-Thissell rasgueó su ganga con sinceridad:
-De ningún modo; todos me parecen adecuados. Tengo mucha prisa y gustosamente aceptaré cualquiera.
El caballerizo tocó un ágil e impetuoso crescendo.
-Ser Polilla Lunar, las cabalgaduras están sucias y enfermas. Me halaga que las considere dignas; pero no puedo aceptar el honor que me ofrece.-Cambió de instrumento y arrancó una fría vibración de su krodatch3-y por alguna razón no he logrado reconocer al buen compañero y hermano artesano que me aborda tan familiarmente con su ganga.
La implicación era obvia: Thissell no recibiría una cabalgadura. Se volvió y echó a correr hacia el campo de aterrizaje. A sus espaldas repiqueteó la guimersina del caballerizo, dirigiéndose a sus esclavos o quizás al mismo Thissell. Éste no se detuvo a averiguarlo.

El anterior representante consular de los Planetas Centrales en Sirene había sido asesinado en Zundar. Enmascarado como un Bravo de Taberna abordó a una muchacha con las cintas de las Actitudes Equinocciales; ese despropósito hizo que fuera decapitado al instante por un Demiurgo Rojo, un Hada del Sol y una Avispa Mágica. Edwer Thissell, recientemente graduado, fue designado sucesor. Se le concedieron tres días para prepararse. Como poseía un carácter contemplativo y hasta cauteloso, Thissell consideró que el nombramiento era un desafío. Aprendió el lenguaje sirenés con técnicas subcerebrales y no lo encontró complicado. Posteriormente en el Diario de Antropología Universal, leyó lo siguiente:
La población del litoral Titánico es muy individualista, quizás a causa del entorno ubérrimo que no recompensa especialmente las actividades en grupo. El lenguaje refleja esa característica, y expresa el estado de ánimo del individuo y su actitud emocional con respecto a una situación dada. La información real es considerada como secundaria. Además, dicho lenguaje es cantado, normalmente con el acompañamiento de pequeños instrumentos. La consecuencia es que resulta muy difícil la determinación de los hechos en el caso de los nativos de Fan o de la ciudad prohibida de Zundar, quienes nos obsequiarán en cambio con elegantes arias o con demostraciones de sorprendente virtuosismo en uno u otro de sus numerosos instrumentos. El visitante de este fascinante mundo-si no desea ser tratado con el más tremendo desdén-debe aprender por lo tanto a expresarse según las formas locales establecidas.
Thisell hizo una anotación en su agenda: Buscar pequeños instrumentos musicales, así como instrucciones para utilizarlos. Luego continuó leyendo:
En todas las regiones y en cualquier época del año los alimentos son abundantes, por no decir superfluos, y el clima benigno. La población, que posee gran reserva de energía racial y tiempo libre, se ocupa sobre todo de la sofisticación. Sofisticación en todas las cosas: artesanía sofisticada, como la que se ve en los paneles labrados que adoran las casa flotantes; símbolos sofisticados, como las máscaras que todos usan; el intrincado lenguaje semimusical que expresa admirablemente sutiles emociones y estados de ánimo, y sobre todo la fantástica sofisticación de las relaciones interpersonales. Prestigio, apariencia, mana, gloria, fama: todo eso se resume en la palabra sirenesa strakh. Todo hombre posee su strakh particular, el cual determina si, cuando necesite una casa flotante, sería inducido a procurarse un palacio adornado con piedras preciosas, linternas de alabastro, preciosas mayólicas y maderas labradas, o si por el contrario se le permitirá de mala gana alojarse en una choza sobre una balsa. No hay en Sirene medios de intercambio: la única moneda corriente es el strakh...
Thisell se frotó el mentón y siguió leyendo:
Las máscaras se usan en todo momento, en consonancia con la filosofía según la cual uno no debe ser obligado a mostrar una imagen que le es impuesta por factores que escapan a su control, sino que debe gozar de libertad para elegir el aspecto exterior más acorde con su propio strakh. En el área civilizada de Sirene-lo que equivale a decir en el litoral Titánico-nadie muestra su rostro bajo ninguna circunstancia; eso constituye el secreto básico de cada cual.
Por el mismo motivo, no se conoce el juego en Sirene; para la dignidad de un sirenés, sería catastrófico aventajar a otros valiéndose de otros recursos que no fuesen el ejercicio de su strakh. La palabra "suerte", no tiene equivalente en lengua sirenesa.
Thissell hizo otra anotación :Conseguir máscara. ¿Museo? ¿Asociación teatral?
Concluyó la lectura, se apresuró a completar sus preparativos y al día siguiente embarcó en el Robert Astroguard para la primera etapa del viaje a Sirene.
El transbordador se posó sobre el espaciopuerto sirenés, un disco topacio aislado entre las sierras negras, verdes y purpúreas. Edwer Thissell descendió y fue recibido por Esteban Rolver, el agente local de Spaceways, quien de inmediato alzó las manos y retrocedió un paso.
-Su máscara-exclamó con voz ronca-¿Dónde está su máscara?
Thissell la alzó, con cierta preocupación.
-No estaba seguro...-comenzó.
-¡Póngasela!-dijo Rolver, mientras se apartaba.
Él llevaba una de madera lacada de color azul, con escamas verde oscuro, unas plumas negras que brotaban de las mejillas y un pompón cuadriculado, blanco y negro, debajo del mentón. El efecto general era el de una personalidad flexible y sardónica.
Thissell ajustó su máscara, indeciso entre hacer una broma acerca de la situación o mantener la reserva apropiada a la dignidad de su cargo.
-¿Ya está enmascarado?-preguntó Rolver.
Thissell respondió afirmativamente y Rolver se volvió hacia él. La máscara ocultaba su expresión, pero su mano se deslizó de modo inconsciente hacia un instrumento con teclas que llevaba atado al muslo, del que brotó un trino de asombro y de cortés consternación.
-No puede usar esa máscara-cantó-. ¿Dónde la consiguió?
-Es una copia de otra que se encuentra en el museo de Polípolis-declaró Thissell secamente-. Estoy seguro de que es auténtica.
Rolver asintió. Su máscara parecía más sardónica que nunca.
-Ya lo creo que sí. Es una variante del tipo conocido como Conquistador del Dragón Marino, y la usan en ocasiones ceremoniales personas de inmenso prestigio: príncipes, héroes, maestros artesanos y grandes músicos.
-Lo ignoraba...
Rolver hizo un lánguido gesto de comprensión.
-Aprenderá esas cosas a su tiempo. Observe mi máscara. Hoy utilizo una de Pájaro del Lago. Las personas de escaso prestigio, como usted, como yo, o como cualquier otro forastero, usan este tipo de máscara.
-Es curioso-dijo Thissell, mientras empezaba a andar hacia un edificio bajo de cemento-. Yo creía que cada persona usaba la máscara que le agradaba.
-Puede llevar la máscara que le agrade, si se atiene usted a las consecuencias. Por ejemplo, la mía indica que yo no presumo de nada, que no destaco por mi sabiduría, ferocidad, versatilidad, genio musical, truculencia, ni por ninguna otra docena de virtudes sirenesas.
-Por pura curiosidad, ¿qué ocurriría si yo anduviera con esta máscara por las calles de Zundar?
Rolver se echó a reír, aunque su risa sonaba amortiguada.
-Si anduviese usted por los muelles de Zundar, ya que no hay calles, con ésa o con cualquier otra, le matarían antes de una hora. Eso es lo que le ocurrió a Benko, su predecesor. No sabía cómo actuar. Ninguno de nosotros, los forasteros, sabe cómo actuar. En Fan somos tolerados siempre que nos mantengamos en nuestro lugar. Pero con esa máscara ni siquiera podría pasearse por Fan. Alguien que llevara la Serpiente de Fuego o un Duende del Trueno, me refiero a las máscaras, desde luego, le cortaría el paso. Tocaría luego el krodatch; y si usted no desafiaba su osadía con una frase de cáramo 4, un instrumento verdaderamente diabólico, continuaría con la guimersina, que se usa para hablar con los esclavos. Ésa es la expresión insultante por excelencia. O también podría tañer su gong de duelos y atacarle de inmediato.
-No tenía idea de que los sireneses fueran tan irascibles-repuso Thissell en voz baja.
Rolver se encogió de hombros y abrió la maciza puerta de acero de su despacho.
-También pueden cometerse acciones dudosas, sin provocar críticas, en la junta de Polípolis.
-Sí, es verdad-reconoció Thissell, mientras examinaba el despacho-. ¿Por qué tanta seguridad: cemento, acero... ?
-Protección contra los salvajes. De noche bajan de las montañas, roban lo que encuentran y matan a cualquiera que vean al descubierto.-Se acercó a un armario y sacó de él una máscara-. Use esta Polilla Lunar. No le meterá en líos.
Thissell la miró sin entusiasmo. Estaba hecha de piel grisácea; tenía un mechón de pelo a cada lado de la boca y dos antenas como plumas en la frente. Unos volantes de encaje blanco sobre las sienes y una serie de pliegues rojizos debajo de los ojos le daban un efecto a la vez cómico y lúgubre.
Thisell preguntó:
-¿Esta máscara supone algún grado de prestigio?
-Pues... no mucho.
-Después de todo, soy el representante consular de los Planetas Centrales y de cien mil millones de personas...
-Si los Planetas Centrales desean que su representante use una máscara de Conquistador del Dragón Marino, deberían enviar a un hombre adecuado como Conquistador del Dragón Marino.
-Comprendo-dijo Thissell, sumiso-. Bien, si es indispensable...
Rolver desvió la mirada mientras Thissell se quitaba la máscara de Conquistador del Dragón Marino y se ponía la menos llamativa de Polilla Lunar.
-Supongo que podré encontrar algo más apropiado en alguna tienda. Si he comprendido bien, basta entrar y elegir lo que uno necesita, ¿no?
Rolver contempló de modo crítico a Thissell.
-Esa máscara, al menos por el momento, es perfectamente apropiada. Y es de suma importancia no coger nada en la tienda cuando no se conoce su valor strakh. El propietario pierde prestigio si una persona de bajo strakh se lleva su mejor trabajo.
Thisell movió la cabeza, exasperado.
-No me explicaron nada de eso. Estaba enterado de lo de las máscaras, desde luego, y de la concienzuda integridad de los artesanos, pero esa insistencia en el prestigio y el strakh...
-No tiene importancia. Dentro de uno o dos años empezará a poder moverse. ¿Habla el idioma?
-Sí, por supuesto.
-¿Y qué instrumentos toca?
-Bueno... Me indicaron que cualquier instrumento pequeño era suficiente, o que podía limitarme a cantar.
-Nada de eso. Sólo los esclavos cantan sin acompañamiento. Le sugiero que aprenda a ejecutar lo antes posible los siguientes instrumentos: la guimersina, para los esclavos; la ganga, para una conversación con personas que se conocen íntimamente o que son algo inferiores en strakh. El kiv para un casual intercambio cortés. El zachinko para una relación de mayor formalidad. El estrapante o el krodatch, si se dirige a alguien socialmente inferior o, en su caso particular, si desea insultar a alguien. El gomapardo5 o el kamantil doble6 para las ceremonias.-Meditó un instante-. La crebarina, el laúd de agua y el slobo también son muy útiles..., pero quizá sea más conveniente que aprenda los otros antes. Al menos dispondrá de un medio rudimentario de comunicación.
-¿No exagera usted?-insinuó Thissell-. ¿O está bromeando?
Rolver dejó escapar su risa melancólica.
-De ninguna manera. De todos modos, lo primero que necesita es una casa flotante. Y luego, esclavos.

Rolver condujo a Thissell desde el campo de aterrizaje hasta los muelles de Fan. Un agradable paseo de hora y media por un sendero bordeado de enormes árboles cargados de fruta, vainas de cereal y cápsulas de savia azucarada.
-En este momento-dijo Rolver-sólo hay cuatro forasteros en Fan, contándole a usted. Le llevaré a ver a Welibus, nuestro agente comercial... Creo que tiene una casa flotante vieja y quizás le permita usarla.
Cornely Welibus había vivido quince años en Fan, adquiriendo suficiente strakh para llevar con todo derecho su máscara de Viento del Sur. Ésta consistía en un disco azul incrustado de lapizlázuli y rodeado por una aureola de brillante piel de víbora. Más directo y cordial que Rolver, no sólo le dio a Thissell su casa flotante, sino también un par de esclavos y una veintena de instrumentos musicales diferentes.
Turbado por su generosidad, Thissell balbuceó algo acerca de pagar, pero Welibus le interrumpió con un gesto amplio:
-Querido amigo, aquí estas minucias no valen nada.
-Pero una casa flotante...
Welibus ejecutó en su kiv un refinado floreo.
-Debo ser sincero, Ser Thissell. La embarcación es antigua y está algo deteriorada; yo no puedo permitirme usarla. Mi prestigio se resentiría.-Una graciosa melodía acompañaba sus palabras-. Usted aún no necesita preocuparse por su prestigio; lo que le hace falta es una casa, comodidad, y estar a salvo de los Hombres de la Noche.
-¿Los Hombres de la Noche?
-Los caníbales que vagan por la costa después de oscurecer.
-Ah, sí. Ser Rolver me habló de ellos.
-Cosas horribles. No los mencionemos ahora.
Un breve y estremecedor trémolo brotó de su kiv.
-En cuanto a los esclavos-golpeó con el dedo índice el disco azul de su máscara-. Rex y Toby le servirán bien.-Alzó la voz y se acompañó de un rápido golpeteo en su guimersina-. Avan esx trobu!
Apareció una esclava vestida con una docena de ajustadas cintas de tela rosada y una elegante máscara negra adornada con placas circulares de nácar.
-Fascu etz Rex ae Toby.
Aparecieron luego los nombrados, con ligeras máscaras de tela negra y chalecos de piel. Welibus se dirigió a ellos con un sonoro repique, informándoles de que debían servir a un nuevo amo, so pena de retornar a sus islas nativas. Ambos, postrados, entonaron su promesa de servir a Ser Thissell con suaves voces graves. Thissell, nervioso, intentó una frase en sirenés.
-Id a la casa flotante, limpiadla bien, llevad comida.
Toby y Rex miraron inmóviles a través de los agujeros de sus máscaras. Welibus repitió las órdenes con acompañamiento de guimersina. Los esclavos se inclinaron y salieron.
Thissell contemplaba con angustia los instrumentos.
-No sé cómo aprender a usar esas cosas.
Welibus se volvió a Rolver.
-¿Y Kershaul? ¿No podríamos pedirle que diera alguna instrucción básica a Ser Thissell?
Rolver asintió con prudencia.
-Quizá lo hiciera.
Thissell preguntó:
-¿Quién es Kershaul?
-El tercer miembro de nuestro pequeño grupo de expatriados-respondió Welibus-. Un antropólogo. ¿No ha leído usted Zundar la maravillosa? ¿Rituales de Sirene? ¿El pueblo sin rostro? ¿No? Es una pena. Todas son obras excelentes. Kershaul posee un gran prestigio, y según creo visita Zundar de vez en cuando. Usa un Búho de las Cavernas, y en ocasiones un Vagabundo Estelar y hasta un Árbitro Sabio.
-Ahora lleva la Serpiente Ecuatorial-agregó Rolver-. El modelo de colmillos dorados.
-¿De veras?-respondió Welibus, con asombro-. Pues bien, se lo merece. Es una persona espléndida, y un buen amigo.
Y luego desgranó un pensativo acorde en su zachinko

Pasaron tres meses, Thissell, instruido por Matthew Kershaul, practicaba el uso de la guimersina, la ganga, el estrapante, el kiv, el gomapardo y el zachinko. Según Kershaul, el kamantil doble, el krodatch, el slobo, el laúd de agua y muchos otros podían esperar hasta que Thissell dominara los seis instrumentos básicos. Le prestó registros de famosas conversaciones sirenesas en varias modalidades y acompañamientos, para que Thissell pudiera aprender las convenciones melódicas en boga y perfeccionarse en las sutilezas de la entonación y los diversos ritmos, cruzados, compuestos, implícitos y omitidos. Kershaul sostenía que la música sirenesa constituía un tema fascinante, y Thissell se vio obligado a reconocer que por lo menos era inagotable. Los instrumentos, afinados en cuartos de tono, admitían el uso de veinticuatro tonos; éstos, multiplicados por los cinco modos de empleo general, proporcionaban ciento veinte escalas diferentes. Sin embargo, Kershaul le aconsejó que se concentrase primero en aprender la tonalidad fundamental de cada instrumento en sólo dos modos.
Como no tenía nada urgente que hacer en Fan excepto visitar una vez por semana a Mathew Kershaul, Thissell llevó su casa flotante catorce kilómetros al sur, a sotavento de un promontorio rocoso. Thissell, aparte de sus incesantes estudios, llevaba una vida idílica. El mar era sereno y cristalino; la playa, enmarcada por el follaje verde, gris y rojizo de la selva, se hallaba cerca cuando deseaba estirar las piernas.
Toby y Rex ocupaban dos cubículos de proa; él usaba las cabinas de la parte posterior. De vez en cuando jugaba con la idea de un esclavo más, quizás una muchacha joven, para agregar un elemento alegre y encantador a la familia; pero Kershaul se había mostrado dubitativo, temiendo que de algún modo eso disminuyera la intensidad de su concentración. Thissell estuvo de acuerdo y se consagró al estudio de los seis instrumentos.
Los días se sucedían con rapidez. Thissell no se cansaba nunca del amanecer y del ocaso, de las nubes blancas y el mar azul del mediodía, del cielo nocturno en que fulguraban las veintinueve estrellas del Racimo Globular SI 1-715. El viaje semanal a Fan rompía la rutina. Toby y Rex recolectaban alimentos; Thissell se procuraba instrucción y consejos en la fastuosa casa flotante de Mathew Kershaul.
Pero tres meses después de su llegada, un mensaje desorganizaba por completo su existencia. Haxo Angmark, agente provocador, hábil y despiadado asesino, había llegado a Sirene. "Arreste y encarcele a ese hombre", decían las órdenes. "Haxo Angmark es peligroso en grado sumo. Debe matarle sin vacilar ante la menor muestra de resistencia."
Thissell no estaba por cierto en su mejor forma. Trotó cincuenta metros, empezó a jadear y continuó andando a través de las sierras bajas coronadas de negros helechos y cañas color claro, de las praderas donde amarilleaba la falsa nuez, de los huertos y los viñedos. Pasaron veinte minutos, y veinticinco, y Thissell, con una sensación de peso en el estómago, supo que era demasiado tarde. Haxo Angmark ya debía haber desembarcado, y quizá recorría en sentido inverso ese mismo camino. Pero Thissell sólo encontró cuatro personas: un muchacho con una máscara burlonamente agresiva de Isleño de Alk; dos chicas con el Ave Roja y el Ave Verde; un hombre con el Duende del Bosque. Al acercarse a ese hombre, Thissell se detuvo en seco. ¿Se trataba acaso de Angmark?
Ensayó una estratagema. Le hizo frente, contempló su repugnante máscara y dijo en el idioma de los Planetas Centrales:
-¡Angmark! ¡Queda arrestado!
El Duende del Bosque le miró sin comprender, y siguió caminando por el sendero.
Thissell se interpuso en su camino. Buscó su ganga, recordó la reacción previa del caballerizo, y arrancó un acorde del zachinko.
-Usted viene del espaciopuerto-cantó-. ¿Qué ha visto allí?
El Duende del Bosque cogió su clarín de mano-un instrumento utilizado para escarnecer al adversario en el campo de batalla, para reunir los rebaños y, eventualmente, para demostrar una instantánea ferocidad-y repuso:
-De dónde vengo y qué he visto, son cosas que sólo a mí me conciernen. Apártese o le pisaré la cara.
Avanzó, y si Thissell no se hubiese apartado, el Duende del Bosque hubiera sido muy capaz de cumplir su amenaza.
Thissell se quedó mirando la espalda que se alejaba. ¿Angmark? No era probable que tocara con tal perfección el clarín de mano. El representante consular vaciló, se volvió y continuó su camino.
Al llegar al espaciopuerto, fue directamente al despacho. La pesada puerta estaba abierta de par en par. Cuando Thissell se acercó, apareció un hombre, con una máscara de escamas verde oscura, placas de mica, madera pintada de azul y plumas negras: el Pájaro del Lago.
-Ser Rolver-dijo ansioso Thissell-, ¿quién llegó en el Carina Cruzeiro?
Rolver miró con detenimiento a Thissell.
-¿Por qué me lo pregunta?
-¿Por qué? Usted debe haber visto el espaciograma de Castel Cromartin que he recibido.
-Ah, sí, desde luego.
-Me lo entregaron hace apenas media hora-dijo con amargura Thissell-. He venido lo más aprisa que he podido. ¿Dónde está Angmark?
-Supongo que en Fan.
Thissell maldijo en voz baja.
-¿Por qué no le ha detenido o le ha entretenido de algún modo?
Rolver se encogió de hombros.
-Porque no tenía autoridad, deseo ni capacidad para hacerlo.
Thissell luchó contra su fastidio. Con voz deliberadamente serena agregó:
-Me encontré en el camino con un hombre que llevaba una máscara horrenda: ojos como platos, y barbas rojas.
-Un Duende del Bosque. Angmark llevaba consigo una máscara así.
-Pero si tocaba el clarín de mano-protestó Thissell-. ¿Cómo podía ser Angmark?
-Conoce bien Sirene; ha vivido cinco años aquí, en Fan.
-Cromartin no dice nada de eso-gruñó Thissell, molesto.
-Todo el mundo lo sabe. Era representante comercial antes de Welibus.
-¿Welibus y él se conocen?
Rolver se rió.
-Naturalmente. Pero no vaya a imaginar que el pobre Welibus es culpable de otra cosa que no sea falsear sus libros; le aseguro que no es cómplice de ningún asesino.
-Hablando de asesinos, ¿podría prestarme un arma?
Rolver le miró, incrédulo.
-¿Ha venido a capturar a Angmark con las manos desnudas?
-No tenía otra opción. Cuando Cromartin da una orden espera resultados. Y de todos modos, aquí estaba usted con sus esclavos.
-No cuente conmigo para nada-repuso con impertinencia Rolver-. Llevo el Pájaro del Lago y no pretendo tener valor. Pero puedo prestarle una pistola de energía. Hace tiempo que no la uso, y no puedo garantizar su carga.
-Es mejor que nada.
Rolver entró en su despacho y regresó con el arma.
-Y ahora, ¿qué piensa hacer?
Thissell movió la cabeza con fastidio.
-Trataré de encontrar a Angmark en Fan. ¿O puede que se dirija a Zundar?
Rolver reflexionó.
-Angmark podría sobrevivir en Zundar. Pero antes deberá poner a punto sus dotes musicales. Me figuro que se quedará unos días en Fan.
-¿Y cómo puedo encontrarle? ¿Dónde debo buscar?
-Eso no se lo puedo decir. Quizá sea más seguro que no le encuentre. Angmark es un hombre peligroso.
Thissell regresó a Fan por el mismo camino que había venido.s
Allí donde el sendero salía de las colinas a la llanura se elevaba un edificio de gruesas paredes de adobe. La puerta era una sólida plancha negra de una sola pieza; las ventanas estaban protegidas por una reja de hierro. Era el despacho de Cornely Welibus, agente comercial, importador y exportador. Thissell halló a Welibus cómodamente instalado en la galería embaldosada, con una modesta adaptación de la máscara Waldemar. Parecía sumido en sus pensamientos, o quizá no reconoció la Polilla Lunar de Thissell. Fuera como fuese, no dio ninguna señal de bienvenida.
Thissell se aproximó.
-Buenos días, Ser Welibus.
Welibus, abstraído, movió la cabeza y dijo con voz monocorde, pulsando su krodatch.
-Buenos días.
Thissell se quedó perplejo. No era ése el instrumento apropiado para saludar a un amigo, aunque llevase la Polilla Lunar. Fríamente, dijo:
-¿Puedo preguntarle cuánto tiempo hace que está sentado aquí?
Welibus reflexionó medio minuto, y cuando habló se acompañó con la crebarina, más cordial. Pero el recuerdo del acorde de krodatch continuaba resonando en la mente de Thissell.
-Unos quince o veinte minutos. ¿Por qué me lo pregunta?
-¿No habrá visto pasar a un Duende del Bosque?
Welibus asintió
-Bajó a la explanada y creo que entró en la primera tienda de máscaras.
Thissell silbó entre dientes. Ése debía ser, naturalmente, el primer movimiento de Angmark.
-Si cambia de máscara, no le encontraré jamás-murmuró.
-¿Quién es ese Duende del Bosque?-preguntó Welibus, sin mayor interés.
Thissell no vio razón para ocultar el nombre.
-Un conocido criminal: Haxo Angmark.
-¡Haxo Angmark! ¿Está seguro de que se encuentra aquí?
-Razonablemente seguro.
Welibus se frotó las manos temblorosas.
-Es una mala noticia... ¡Muy mala noticia! Es un canalla sin escrúpulos.
-¿Le conocía usted bien?
-Muy bien.-Welibus se acompañaba ahora con el kiv-. Tenía el cargo que ahora ocupo yo. Llegué aquí como inspector, y descubrí que se embolsaba cuatro mil UMI al mes...Estoy seguro de que no siente la menor gratitud hacia mí.-Welibus miró nerviosamente hacia la explanada-. Espero que lo atrape.
-Haré lo posible. ¿Dice usted que entró en la tienda de máscaras?
-Así es.
Thissell se alejó, y oyó que la puerta negra se cerraba con violencia a sus espaldas.
Caminó por la explanada hasta la tienda del fabricante de máscaras, y se detuvo en el exterior como admirando lo que se exhibía en el escaparate: un centenar de máscaras en miniatura hechas de madera y minerales raros, y adornadas con lascas de esmeralda, seda de telaraña, alas de avispa, escamas de pez petrificadas y otros materiales por el estilo. No había nadie en la tienda aparte del artesano, un hombre nudoso y encorvado, vestido de amarillo, que llevaba una máscara engañosamente simple de Experto Universal, hecha con más de dos mil elementos de madera articulados.
Thissell pensó lo que diría y cómo se acompañaría, y entró. El creador de máscaras advirtió su timidez y su Polilla Lunar y continuó con su tarea.
Thissell optó por el más sencillo de sus instrumentos, y pulsó su estrapante, aunque no era la elección más feliz porque suponía cierto grado de condescendencia. Thissell intentó corregir ese matiz cantando en tono cálido y casi efusivo, y sacudiendo alegremente el estrapante cuando tocaba una nota falsa:
-Es interesante conversar con un extranjero; sus costumbres no son familiares, y excita la curiosidad. Hace menos de veinte minutos un extranjero penetró en esta fascinante tienda para cambiar su pardusca máscara de Duende del Bosque por una de las maravillosas e imaginativas creaciones aquí reunidas.
El artesano miró de lado a Thissell y, sin hablar, ejecutó una progresión de acordes en un instrumento que Thissell no había visto antes; se trataba de un saquito flexible apretado contra la palma de la mano, del que salían, entre los dedos, tres cortos tubos. Cuando los tubos eran apretados hasta quedar casi obstruidos, y se forzaba el aire por la hendidura, brotaba un sonido similar al del oboe. A Thissell, cuyo oído estaba en formación, el instrumento le parecía difícil, el fabricante de máscaras, experto, y la música, penetrada por un profundo sentimiento de desinterés.
Thissell hizo un nuevo intento, manipulando laboriosamente su estrapante. Cantó:
-Para el extranjero en un planeta lejano, la voz de un hombre de su tierra es como el agua para una planta marchita. Una persona capaz de unir a estos dos seres podría hallar satisfacción en un acto tan generoso.
El creador de máscaras tocó su propio estrapante, del que arrancó sin esfuerzo una serie de escalas crecientes. Sus dedos se movían con tal rapidez que los ojos no podían seguirlos. Cantó en el estilo formal:
-Un artista valora sus momentos de concentración. No puede perder tiempo en intercambiar frases banales con personas cuyo prestigio es, en el mejor de los casos, mediocre.
Thissell intentó responder, pero el artesano inició una nueva serie de acordes cuya portentosa complejidad escapaba a la comprensión de Thissell, y continuó:
-Ha entrado en la tienda una persona que con toda evidencia sostiene por vez primera un instrumento tan complicado, porque la ejecución de su música admite críticas. Canta la nostalgia y el ansia de ver a otros seres como él. Disimula su inmenso strakh tras una Polilla Lunar, puesto que utiliza el estrapante con un maestro artesano, y su voz es burlona y desdeñosa. El artista refinado y creativo ignora esa provocación; toca cortésmente su instrumento, se mantiene distante y confía en que el extranjero se cansará de ese juego y se marchará.
Thissell cogió su kiv:
-El noble hacedor de máscaras no me ha comprendido...
Fue interrumpido por un rápido staccato.
-Ahora el extranjero se mofa de la comprensión del artista.
Thissell rasgueó furioso su estrapante.
-Huyendo del calor, me he refugiado en una tienda pequeña y modesta. El artesano, aunque novato en el oficio, aprenderá muy pronto. Trabaja con ardor para perfeccionar su arte, tanto, que se niega a conversar con extraños, por grande que sea su necesidad.
El creador de máscaras depositó con cuidado su herramienta, y se puso de pie. Desapareció detrás de una cortina, y en seguida apareció con una máscara de hierro y oro. Llamas figuradas lamían su cráneo. Tenía en una mano un cáramo y en la otra una cimitarra. Tocó una brillante serie de notas impetuosas y cantó:
-Aun el artista de mayor éxito puede aumentar su strakh matando monstruos marinos, Hombres de la Noche u ociosos insolentes. En este momento se presenta una ocasión. El artista contiene su ataque exactamente diez segundos, dado que el ofensor usa una Polilla Lunar.
Thissell pulsó desesperado su estrapante:
-¿Ha entrado en la tienda un Duende del Bosque? ¿Salió de aquí con una nueva máscara?
-Han pasado cinco segundos-cantó el artesano, con un ritmo sostenido y ominoso.
Thissell, furioso y frustrado, se marchó. Cruzó la plaza y recorrió la explanada de parte a parte. Cientos de hombres y mujeres recorrían los muelles o permanecían en las cubiertas de sus casas flotantes; todos usaban máscaras elegidas para expresar su estado de ánimo, su prestigio o sus atributos especiales, y en todas partes se oía el tañido de sus instrumentos musicales.
Thissell no sabía qué hacer. El Duende del Bosque había desaparecido. Haxo Angmark vagaba libremente por Fan, y Thissell había fracasado en su empeño de cumplir las urgentes órdenes de Castel Cromartin.
Sonaron a sus espaldas unas notas casuales de kiv.
-Ser Polilla Lunar Thissell, se halla usted sumido en sus pensamientos.
El nombrado se volvió y encontró a su lado a un Búho de las Cavernas, con un sombrío manto gris y negro. Thissell reconoció la máscara, que simbolizaba la erudición y la exploración paciente de las ideas abstractas. Matthew Kershaul la había utilizado durante su encuentro, la semana anterior.
-Buenos días, Ser Kershaul-murmuró Thissell.
-¿Cómo van sus estudios? ¿Ha logrado obtener la escala de do sostenido mayor en el gomapardo? Me pareció que encontraba desconcertantes esos intervalos inversos.
-He practicado algo-respondió Thissell, melancólico-. Pero como es muy probable que me envíen de vuelta a Polípolis, quizá sea todo tiempo perdido.
-¿Eh? ¿Cómo es eso?
Thissell le explicó la situación y le habló de Haxo Angmark. Kershaul asintió con gravedad.

-Recuerdo a Angmark. No posee un carácter benévolo, pero es un excelente músico, de ágiles dedos y verdadero talento para los nuevos instrumentos.-Pensativo, retorció la perilla de su máscara de Búho de las Cavernas-. ¿Cuáles son sus planes?
-No los tengo-repuso Thissell, arrancando a su kiv una frase doliente-. Ignoro qué máscara usa. Si no sé qué aspecto tiene, ¿cómo podré encontrarle?
Kershaul daba tirones a su máscara.
-Antes prefería el Ciclo Exo Cambiano, y recuerdo que usó una serie completa de Ciudadanos del Mundo Inferior. Pero naturalmente sus gustos pueden haber cambiado.
-Así es-se quejó Thissell-. Podría estar a unos metros, y yo no lo sabría.-Miró con amargura la explanada, en dirección a la tienda de máscaras-. Nadie quiere decirme mada; no parece preocuparles que un asesino vague por sus muelles.
-Es natural. Las costumbres sirenesas son distintas que las nuestras.
-No tienen sentido de la responsabilidad. Me pregunto si le arrojarían una cuerda a un hombre que se estuviera ahogando.
-Es cierto que no les agrada entrometerse, pero es porque para ellos lo más valioso es la responsabilidad individual y la autosuficiencia.
-Muy interesante. Pero aún estoy a ciegas a propósito de Angmark.
Kershaul le miró gravemente.
-Y si logra encontrarle, ¿qué hará?
-Cumplir las órdenes de mi superior-respondió Thissell, resuelto.
-Angmark es un hombre peligroso. Y tiene varias ventajas sobre usted.
-A pesar de ello, mi obligación es enviarle a Polípolis. Lo más probable es que esté perfectamente, porque no tengo ni la más remota idea de su paradero.
Kershaul reflexionaba.
-Un extranjero no puede esconderse detrás de una máscara, al menos de los sireneses. Y aquí somos cuatro: Rolver, Welibus, usted y yo. Si otro extranjero se establece en Fan, muy pronto correrá la noticia.
-¿Y si se dirige a Zundar?
Kershaul alzó los hombros.
-No creo que se atreva. Y por otra parte...
Kershaul se interrumpió, y al percibir que Thissell se distraía, siguió su mirada. Un hombre con la máscara de Duende del Bosque se acercaba por la explanada. Kershaul intentó contener a Thissell, pero éste cortó el paso al Duende, echando mano a su arma.
-Haxo Angmark-exclamó-. No se mueva o le mataré. Está arrestado.
-¿Está seguro de que es Angmark?-preguntó, preocupado, Kershaul.
-Lo averiguaré. Angmark, levante las manos.
El Duende del Bosque estaba paralizado por la sorpresa. Buscó su zachinko, tocó un arpegio interrogante y cantó:
-¿Por qué me molesta, Polilla Lunar?
Kershaul se adelantó y ejecutó una frase apaciguadora con su slobo.
-Temo que ha habido una confusión, Ser Duende del Bosque, Ser Polilla Lunar busca a un extranjero con una máscara de Duende del Bosque.
La música del Duende del Bosque se tornó irritada. Bruscamente cambió su instrumento por la estímula.
-¿Esta Polilla Lunar afirma que soy un extranjero? Pues deberá probarlo, o tomaré represalias.
Kershaul miró preocupado a la multitud que se había reunido y de nuevo produjo una melodía tranquilizadora.
-Estoy seguro de que Ser Polilla Lunar no quería...
El Duende del Bosque le interrumpió con una fanfarria de su cáramo.
-Que demuestre lo que dice, o se prepare al derramamiento de sangre.
Thissell respondió:
-Muy bien. Demostraré lo que he dicho.-Se adelantó y aferró la máscara del Duende del Bosque-. Veamos su rostro para conocer su identidad.
El Duende del Bosque retrocedió, asombradísimo. Los curiosos estaban boquiabiertos,pero en seguida reaccionaron con un ominoso tamborileo de diversos instrumentos.
El Duende del Bosque llevó la mano a su cuello, tiró el cordón de su gong de duelos y aferró su cimitarra.
Kershaul se adelantó, tocando agitado su slobo. Thissell, avergonzado, se hizo a un lado, consciente de los ruidos amenazadores de la muchedumbre.
Kershaul entonaba excusas y explicaciones. Mientras el Duende respondía, le dijo a Thissell por encima del hombro:
-Corra o le matará. ¡De prisa!
Thissell vacilaba. El Duende del Bosque extendió la mano para apartar a Kershaul.
-¡Corra!-gritó éste-. ¡Vaya al despacho de Welibus y enciérrese!
Thissell echó a correr. El Duende del Bosque le persiguió unos metros, luego pisó el suelo con furia y le dirigió una serie de resoplidos de escarnio con el clarín de mano, mientras de la multitud surgía un burlón contrapunto de guimersinas.
Y así concluyó la persecución. En lugar de refugiarse en el despacho de importación y exportación, Thissell se dirigió, después de un cauteloso reconocimiento, hasta el muelle donde se encontraba su casa flotante.
Cuando llegó era casi el ocaso. Rex y Toby estaban en cuclillas en la cubierta de proa, rodeados por las provisiones que habían traído: cestos de paja llenos de fruta y cereales, ánforas de vidrio azul que contenían vino, aceite y savia picante, tres lechoncitos en una jaula de mimbre. Partían nueces con los dientes, y arrojaban las cáscaras por encima de la borda. Miraron a Thissell, a quien le pareció que se ponían de pie con singular negligencia. Toby murmuró algo, y Rex contuvo la risa.
Thissell golpeteó furioso la guimersina y cantó:
-Alejad la casa flotante de la costa. Esta noche nos quedamos en Fan.
En la intimidad de su cabina, se quitó la Polilla Lunar y contempló sus casi olvidadas facciones. Cogió la máscara y examinó las características que odiaba: la piel velluda y gris, las antenas azules, los ridículos volantes de encaje. Poco se ajustaba su aspecto a la digna presencia del representante consular de los Planetas Centrales. Eso, si cuando Cromartin se enteraba de la libertad de Angmark conservaba su puesto.
Se dejo caer en un sillón y contempló meditativo el espacio. Había sufrido varios reveses, pero de ningún modo estaba derrotado. Al día siguiente visitaría a Matthew Kershaul, y ambos estudiarían juntos la mejor manera de localizar a Angmark. Como Kershaul señalara, no era posible disimular la llegada de un nuevo forastero. Pronto sería evidente la identidad de Haxo Angmark. Aparte de eso, debía procurarse una nueva máscara. Nada exagerada ni vanidosa, pero que expresara al menos un mínimo de dignidad y autoestima.
En ese momento uno de los esclavos llamó a la puerta, y Thissell se colocó apresuradamente la Polilla Lunar.

A la mañana siguiente, antes de que la luz del alba abandonara el cielo, los esclavos, remando, llevaron la casa flotante hasta el sector del muelle destinado a los extranjeros. Ni Rolver ni Welibus ni Kershaul habían llegado aún. Thissell esperaba con impaciencia. Una hora más tarde, la embarcación de Welibus llegó al muelle; como Thissell no deseaba hablar con él, permaneció en su cabina.
Momentos después apareció la casa flotante de Rolver. Thissell le vio por la ventana mientras descendía al muelle con su habitual Pájaro del Lago. Le recibió allí un hombre que llevaba una máscara de Tigre de Arena, con melena rubia, el cual acompañaba formalmente con su gomapardo el desconocido mensaje que le daba a Rolver.
Éste parecía sorprendido y turbado. Al cabo de un instante, cogió también su gomapardo y, mientras cantaba, indicó la casa flotante de Thissell. Luego se inclinó y siguió su camino.
El hombre de la máscara de Tigre de Arena ascendió por la escalerilla con grave dignidad y golpeó en las amuras.
Thissell se presentó. La etiqueta de Sirene no exigía que invitara a bordo a visitantes casuales, de modo que se limitó a ejecutar una interrogación en su zachinko.
El Tigre de Arena tocó su gomapardo y cantó:
-El amanecer suele ser espléndido en la bahía de Fan. El cielo es blanco, con zonas verdes y amarillas; cuando Mireille se eleva la niebla arde y se retuerce como una llamarada. El que canta deriva mayor goce de esta hora cuando no aparece el cadáver flotante de un extranjero para estropear la serenidad del panorama.
Casi por su propia cuenta, el zachinko de Thissell emitió una asombrada pregunta. El Tigre de Arena se inclinó con dignidad.
-El cantante no reconoce par en materia de firmeza de genio; sin embargo, no desea ser atormentado por las extravagancias de un fantasma insatisfecho. Por lo tanto, ha ordenado a sus esclavos que aten una correa al tobillo del cadáver; y ahora, mientras conversamos, han atado el otro extremo a la popa de su casa flotante. Sin duda, querrá usted proceder a los ritos que se usen en el mundo exterior, sean cuales fueren. Quien canta le desea un buen día y parte de inmediato.
Thissell corrió a popa. Vio el cadáver casi desnudo y sin máscara de un hombre maduro, sostenido por el aire que llenaba sus pantalones.
Thissell estudió su rostro. Le parecía insulso y sin carácter, seguramente por el hábito de usar máscara. Tenía una estatura y peso medianos, y Thissell estimó la edad entre cuarenta y cinco y cincuenta años. El pelo era castaño y los rasgos estaban borrados por el agua del mar. Nada indicaba cómo había muerto.
Debía ser Haxo Angmark, pensó Thissell. ¿Quién más podía ser? ¿Matthew Kershaul, quizá? ¿Por qué no? Thissell se interrogaba inquieto. Rolver y Welibus ya habían desmbarcado, rumbo a sus ocupaciones. Miró hacia la bahía y vio llegar la casa flotante de Kershaul; éste bajó a tierra con su máscara de Búho de las Cavernas.
Parecía abstraído, porque pasó junto a la embarcación de Thissell sin alzar una mirada. Éste se volvió hacia el cadáver. Entonces era Angmark, sin duda. ¿Acaso no habían salido de sus embarcaciones Rolver, Welibus y Kershaul, con sus máscaras características? Por lo tanto, el cadáver de Angmark... La solución más obvia no quería asentarse en la mente de Thissell. Kershaul había observado que otro extranjero sería identificado de inmediato. ¿Cómo podía Angmark, por lo tanto, mantenerse a cubierto si no...? Thissell hizo a un lado la idea. El cadáver era evidentemente el de Angmark.
Y sin embargo...
Thissell llamó a sus esclavos y ordenó que trajesen una caja adecuada, colocasen dentro el cadáver, y lo llevasen a un lugar destinado al reposo. Como los esclavos no se mostraran entusiastas, debió repiquetear vigorosa, ya que no diestramente, su guimersina para apoyar sus instrucciones.
Luego recorrió el muelle, subió por la explanada hasta el despacho de Cornely Welibus y siguió el agradable sendero que llevaba al campo de aterrizaje.
Rolver no había llegado aún. Un esclavo de mayor categoría acreditada por una roseta amarilla sobre la máscara de tela negra, le preguntó en qué podía servirle. Thissell manifestó que deseaba enviar un mensaje a Polípolis. El esclavo replicó que no había inconveniente; si Thissell lo escribía en letra imprenta legible, sería despachado en el acto.
Thissell escribió:
HALLADO MUERTO EXTRANJERO DE TALLA MEDIANA, 48 AÑOS, PELO CASTAÑO. POSIBLEMENTE ANGMARK. OTRAS FORMAS IDENTIFICACIÓN IMPOSIBLES. AGUARDO ACUSEN RECIBO Y/O INSTRUCCIONES.
Puso como destinatario a Castel Cromartin, de Polípolis, y se lo entregó al esclavo jefe; un momento después, oyó el chisporroteo característico de las descargas transespaciales.
Pasó una hora. Rolver no apareció. Thissell paseaba nervioso de un lado a otro ante el despacho; no podía saber cuánto tiempo debía esperar la respuesta. Las transmisiones transespaciales variaban de forma impredecible. Unas veces el mensaje llegaba en microsegundos, otra vagaba durante horas por regiones imposibles de conocer, y había varios casos registrados de mensajes recibidos antes de ser transmitidos.
Media hora después llegó Rolver, con su acostumbrada máscara de Pájaro del Lago. En ese mismo momento Thissell escuchó el silbido del mensaje que llegaba.
-¿Qué le trae por aquí tan temprano?-dijo Rolver, mostrándose sorprendido.
Thissell explicó:
-Es por el cadáver que envió usted esta mañana. He comunicado la novedad a mis superiores.
Rolver alzó la cabeza y prestó atención.
-Parece que tiene respuesta. Me ocuparé de ello.
-¿Para qué molestarse? Su esclavo parece competente.
-Es mi trabajo. Soy responsable de la transmisión y recepción de todos los espaciogramas.
-Le acompañaré. Siempre he querido ver cómo funciona el equipo.
-Temo que no sea lo correcto-replicó Rolver, mientras se dirigía a la puerta del despacho interior-. Le traeré su mensaje de inmediato.
Thissell protestó, pero Rolver le ignoró y pasó al interior. Cinco minutos después reapareció con un pequeño sobre amarillo.
-No son buenas noticias-anunció, con simpatía poco convincente.
Thissell abrió el sobre. El mensaje decía:
CADÁVER NO ANGMARK. ANGMARK TIENE PELO NEGRO. ¿POR QUÉ NO LO DETUVO AL DESEMBARCAR? GRAVE NEGLIGENCIA. RETORNE POLÍPOLIS ANTES POSIBLE. PROFUNDAMENTE DISGUSTADO.
CASTEL CROMARTIN
Thissell se guardó el mensaje en el bolsillo.
-A propósito, ¿puedo preguntarle de qué color tiene el pelo?
Rolver ejecutó un breve trino de sorpresa en su kiv.
-Soy rubio. ¿Por qué me lo pregunta?
-Simple curiosidad.
Rolver siguió tocando su kiv.
-Ahora le comprendo, amigo mío, ¡cuán suspicaz es! Mire.
Se volvió y apartó los pliegues de su máscara sobre la nuca.
-¿Está convencido?
-Por supuesto. Ah, otra cosa, ¿no podría prestarme otra máscara? Estoy harto de la Polilla Lunar.
-Lo lamento, pero no puedo. Le basta con acudir a una tienda de máscaras y elegir la que le agrade.
-Sí, claro-respondió Thissell.
Se despidió de Rolver y regresó a Fan. Al llegar al despacho de Welibus vaciló y luego entró. Welibus usaba una fantástica máscara con prismas de cristal verde y cuentas de plata. Thissell jamás había visto una igual.
Welibus le saludó con cautela, acompañándose con el kiv.
-Buenos días, Ser Polilla Lunar.
-No le entretendré mucho tiempo. Deseo hacerle una pregunta bastante personal. ¿De qué color es su pelo?
Welibus titubeó una fracción de segundo, luego se dió vuelta y alzó la parte inferior de su máscara, descubriendo unos densos rizos negros.
-¿Contesta esto a su pregunta?
-Definitivamente-respondió Thissell.
Cruzó la explanada, y fue por el muelle hasta la casa flotante de Kershaul. Éste lo saludó sin entusiasmo y le invitó a bordo con un gesto resignado con la mano.
-Querría saber una cosa-dijo Thissell-. ¿Qué color de pelo tiene?
Kershaul rió con nostalgia.
-Lo poco que me queda es negro. ¿Por qué?
-Por curiosidad.
-Vamos, vamos-dijo Kershaul, con inusitada rudeza-. Será por algo más.
Thissell, que necesitaba consejo, lo admitió.
-La situación es ésta: esta mañana ha aparecido en el puerto un extranjesro muerto, de pelo castaño. No estoy del todo seguro, pero la probabilidad de que Angmark tenga el pelo negro es... de dos sobre tres.
Kershaul dio tirones a la perilla de su máscara de Búho de las Cavernas.
-¿Cómo establece usted esa probabilidad?
-He recibido la información de mis superiores de manos de Rolver. Y tanto Welibus como usted admiten tener el pelo negro.
-Hum. A ver si le he entendido. A usted le parece que Haxo Angmark ha matado a Rolver, a Welibus o a mí, y que ha asumido la identidad del muerto. ¿Es así?
Thissell lo miró sorprendido.
-Usted mismo me dijo que Angmark no podía buscar una casa sin ponerse en evidencia. ¿No lo recuerda?
-Sí, por supuesto. Sigamos. Rolver le entregó un mensaje que dice que Angmark tiene el pelo negro, y él manifestó ser rubio.
-Así es. ¿Puede usted confirmarlo? Quiero decir, el antiguo Rolver...
-No-repuso tristemente Kershaul-. Nunca he visto sin máscara a Welibus ni a Rolver.
-Si Rolver no es Angmark y si es cierto que Angmark tiene el pelo negro, los sospechosos son usted y Welibus.
-Correcto-dijo Kershaul, y se quedó mirando a Thissell-. Pero entonces, usted mismo podría ser Angmark. ¿De qué color es su pelo?
-Castaño-respondió Thissell, mientras levantaba la piel gris de la Polilla Lunar sobre su nuca.
-Usted podría haber mentido en cuanto al texto del mensaje.
-Pero no lo he hecho. Si lo desea, puede consultar con Rolver.
Kershaul meneó la cabeza.
-No es necesario. Le creo. Pero, ¿y las voces? Usted nos ha oído hablar antes y después de la llegada de Angmark. ¿No encuentra diferencias?
-No. Estoy tan alerta a cualquier sospecha de cambio que todos ustedes parecen distintos. Además, las máscaras disimulan la voz.
Kershaul tiró de la perilla del Búho de las Cavernas.
-No veo ninguna solución. De todos modos, ¿tiene que haber una solución? Antes de la llegada de Angmark, estábamos Rolver, Welibus y Kershaul y Thissell. Y ahora, para todas las finalidades prácticas, seguimos estando Rolver, Welibus, Kershaul y Thissell. ¿Quién puede afirmar que el nuevo miembro no será mejor que el antiguo?
-Es una idea interesante, pero ocurre que yo tengo particular interés en identificar a Angmark. Mi carrera está en juego.
-Comprendo. Entonces se trata de un problema entre Angmark y usted.
-¿No va a ayudarme?
-De un modo activo, no. Pesa sobre mí el individualismo sirenés. Y pienso que Rolver y Welibus dirán lo mismo.-Suspiró-. Hemos estado aquí demasiado tiempo.
Thissell permaneció sumido en sus reflexiones. Kershaul aguardó pacientemente, y luego dijo:
-¿Desea preguntarme algo más?
-No. Sólo quería pedirle un favor.
-Si puedo, lo haré-dijo cortésmente Kershaul.
-Présteme uno de sus esclavos durante una o dos semanas.
Kershaul tocó una exclamación jocosa en su ganga.
-No me gusta separarme de mis esclavos. Me conocen demasiado bien.
-Apenas capture a Angmark se lo devolveré.
-Está bien-repuso Kershaul. Llamó con la guimersina y apareció un esclavo-. Anthony-cantó-, acompañarás a Ser Thissell y le servirás durante un período breve.
El esclavo se inclinó sin alegría.
Thissell fue con Anthony a su casa flotante, le interrogó durante un rato y anotó algunas de sus respuestas en una tabla. Luego le pidió que no hablara de su conversación, y lo dejó al cuidado de Rex y Toby. Ordenó también que alejaran la casa flotante del muelle y que no permitieran a nadie subir a bordo hasta su regreso.
Volvió a recorrer el camino hasta el campo de aterrizaje y encontró a Rolver a punto de comer pescado con hierbas, corteza desmenuzada del árbol de la ensalada y un bol de grosellas locales. Rolver golpeó su guimersina y un esclavo trajo rápidamente un cubierto.
-¿Cómo marcha su investigación?
-No podría proclamar sus progresos-respondió Thissell-. Pero supongo que puedo contar con su ayuda.
Rolver emitió una risa rápida.
-Puede contar con mis mejores deseos.
-Más concretamente-insistió Thissell-, quiero que me preste unos días a uno de sus esclavos.
Rolver interrumpió su comida.
-¿Para qué?
-Preferiría no dar explicaciones. Pero le aseguro que tengo buenos motivos.
Desganadamente, Rolver llamó a un esclavo y le indicó que se pusiera al servicio de Thissell.
De regreso a su casa flotante, éste se detuvo en el despacho de Welibus. Al entrar, Welibus alzó la vista.
-Buenas tardes, Ser Thissell.
Thissell fue directamente al grano.
-Ser Welibus, ¿me prestaría un esclavo unos pocos días?
El comerciante titubeó y luego se encogió de hombros.
-¿Por qué no?-Golpeó su guimersina y apareció un esclavo-. ¿Le gusta éste? ¿O preferiría una jovencita?-agregó, con una risa que a Thissell se le antojó intencionada.
-Está bien. Se lo devolveré muy pronto.
-No hay prisa.
Welibus hizo un gesto vago y volvió a su tarea.
Una vez en su casa flotante, Thissell interrogó por separado a cada uno de los dos nuevos esclavos he hizo anotaciones en su tabla.
El ocaso cayó poco a poco sobre el océano Titánico. Rex y Toby volvieron a remar para alejar la casa flotante del muelle sobre las sedosas aguas, mientras Thissell, en cubierta, escuchaba el canto de las suaves voces y el sonido de los instrumentos. Las luces de las demás casas flotantes eran amarillas, y pasaban al rojo cuando se apagaban. La costa estaba oscura; a esa hora, los Hombres de la Noche se deslizaban a hurgar entre las basuras y miraban envidiosos el mar.
Al cabo de nueve días llegaría a Sirene, en viaje regular, el Buenaventura. A Thissell se le había ordenado regresar a Polípolis. ¿Tendría tiempo, en nueve días, de localizar a Haxo Angmark?
Eran pocos días, pensó. Y también suficientes.

Pasaron dos días, tres, cuatro, cinco. Thissell bajaba a tierra y visitaba a Rolver, a Welibus y a Kershaul.
Todos reaccionaban de modo diferente. Rolver se mostraba irritable y sardónico; Welibus, formal y aparentemente amable; Kershaul, indulgente, pero a todas luces impersonal y distante.
Thissell se mostraba ecuánime ante las ácidas burlas de Rolver, la jovialidad de Welibus y la lejanía de Kershaul. Y al regresar a su casa flotante, agregaba anotaciones a su tabla.
Pasaron el sexto, el séptimo y el octavo día. Rolver, con su brutal franqueza, le preguntó si deseaba un pasaje a bordo del Buenaventura. Thissell meditó y dijo:
-Sí. Convendría reservar un pasaje.
-De vuelta al mundo de los rostros-dijo Rolver, estremeciéndose-. Rostros pálidos y de ojos de pescado en todas partes. Bocas pastosas, narices ganchudas y picadas, caras chatas y fláccidas... No sé si podría soportarlo después de vivir aquí. Es una suerte que no se haya convertido en un verdadero sirenés.
-Yo no volveré.
-Creí que me pedía una reserva.
-Así es. Para Haxo Angmark, que volverá a Polípolis en la prisión de la nave.
-Muy bien. Así que lo ha encontrado.
-Naturalmente. ¿Usted no?
Rolver se encogió de hombros.
-Por lo que a mí respecta, o es Welibus, o es Kershaul. Mientras lleve su máscara y se llame Welibus o Kershaul, no me importa.
-A mí me importa, y mucho. ¿A qué hora sale el transbordador?
-Exactamente a las once y veintidós. Si Haxo Angmark va a viajar, dígale que llegue a la hora.
-Aquí estará-respondió Thissell.
Hizo su visita habitual a Welibus y a Kershaul y, al regresar a su casa flotante, agregó tres marcas a su tabla. Allí estaba la prueba, clara y convincente. No era incontrovertible, pero bastaba para dar un paso decisivo. Examinó su arma. Al día siguiente se resolvería todo. No podía permitirse ningún error.
El día amaneció blanco y brillante. El cielo era como el interior de la concha de una ostra, y Mireille se elevaba a través de una niebla nacarada. Toby y Rex, remando, llevaron la casa flotante al muelle. Las otras embarcaciones de extranjeros flotaban soñolientas sobre las olas perezosas.
Thissell miraba en particular una de ellas, cuyo propietario había asesinado y arrojado al agua por Haxo Angmark, y que ahora se acercaba a la costa. El asesino estaba en la cubierta de proa, con una máscara, que Thissell jamás había visto, de vidrio negro, plumas rojas y erizado pelo verde.
Thissell no podía menos que admirar su frescura. Un plan inteligente, bien concebido y realizado, pero frustrado por una dificultad insuperable.
Angmark volvió al interior. La casa flotante llegó al muelle, los esclavos lanzaron las amarras y colocaron la planchada. Thissell, con el arma lista en el bolsillo de la túnica, avanzó por el muelle, subió a bordo y empujó la puerta del salón. El hombre que estaba ante la mesa alzó su máscara negra, roja y verde, sorprendido.
-Por favor, Angmark-dijo Thissell-no intente nad...
Golpeado desde atrás con un objeto contundente, cayó al suelo. Diestramente le quitaron el arma. Sonó la guimersina y una voz cantó:
-Atad las manos a este necio.
El hombre de la mesa se levantó y se quitó la máscara roja negra y verde. Llevaba debajo el trapo oscuro de los esclavos. Thissell volvió la cabeza. Detrás de él se encontraba Haxo Angmark, con la máscara conocida como Domador de Dragones. Era de metal negro, con párpados retráctiles, una hoja de cuchillo a modo de nariz y una triple cresta en el cráneo. Era imposible leer la expresión de la máscara, pero la voz de Angmark sonaba triunfal.
-Ha sido muy fácil atraparle.
-Así parece-dijo Thissell.
El esclavo terminó de atar sus muñecas. El repique de la guimersina hizo que se marchara.
-Póngase de pie-ordenó Angmark-, y siéntese en esa silla.
-¿Qué estamos esperando?
-Dos de nuestros amigos están todavía en el mar. No los necesitaré para lo que he pensado.
-¿Qué es ello?
-Lo sabrá a su debido tiempo. Nos quedan una o dos horas.
Thissell puso a prueba las ligaduras. Eran sólidas, sin duda alguna.
Angmark se sentó.
-¿Cómo supo que era yo? Admito que siento curiosidad... Vamos, vamos-reprendió, al advertir el aire reservado de Thissell-, reconozca que le he vencido. No haga las cosas más difíciles para usted.
Thissell se encogió de hombros.
-Me atuve a un principio básico. Un hombre puede enmascarar su rostro, pero no su personalidad.
-Ajá. Muy interesante. Continúe.
-Les pedí un esclavo a usted y a los otros dos extranjeros, y los interrogué a fondo. Les pregunté qué máscaras habían usado sus dueños durante el mes anterior. Preparé una tabla y anoté sus respuestas. Rolver usó el Pájaro del Lago aproximadamente el ochenta por ciento del tiempo, dividiendo el veinte por ciento restante entre la Abstracción Sofista y el Embrollo Negro. Welibus mostraba cierta preferencia por los héroes del Ciclo de Kan-Dachan: usó el Chalekún, el Príncipe Intrépido y el Marván seis días de cada ocho. Los otros días llevaba el Viento del Sur y el Alegre Compañero. Kershaul, más conservador, había optado por el Búho de las Cavernas y el Vagabundo Estelar, usando muy de tarde en tarde otras dos o tres máscaras.
"Como le he explicado, obtuve esa información por la fuente que juzgué más segura, es decir los esclavos. El siguiente paso fue vigilarles a los tres. A diario anoté las máscaras que usaban. Rolver se puso seis veces el Pájaro de Lago, y el Embrollo Negro, dos. Kershaul salió con el Búho de las Cavernas cinco veces, y una con el Vagabundo Estelar, el Quincunx y el Ideal de Perfección. Welibus utilizó dos veces el Monte de Esmeralda, tres el Triple Fénix, una el Príncipe Intrépido y dos el Dios Tiburón.
Angmark asintió, pensativo.
-Ahora comprendo mi error-dijo-. Elegí las máscaras entre las de Welibus, pero de acuerdo con mis propios gustos. Y éstos delataron mi identidad, aunque sólo para usted.-Se puso de pie y fue hasta la ventana-. Aquí llegan Kershaul y Rolver; pronto se dirigirán a sus ocupaciones... Aunque no creo que intervinieran, de todos modos. Ambos se han convertido en buenos sireneses.
Thissell esperaba en silencio. Pasaron diez minutos. Luego, Angmark cogió un cuchillo de un estante, y miró a su víctima.
-De pie-ordenó.
Thissell obedeció, despacio. Angmark se le acercó de lado y le quitó la Polilla Lunar. Thissel intentó en vano retenerla, pero ya era tarde, tenía el rostro descubierto, desnudo.
Angmark se apartó, se quitó su propia máscara y se colocó la Polilla Lunar. Luego llamó con la guimersina. Acudieron dos esclavos que quedaron paralizados ante la vista de Thissell.
Angmark tamborileó rápidamente y cantó:
-Llevad a este hombre al muelle.
-Angmark-iimploró Thissell-. ¡No tengo máscara!
Los esclavos le sacaron fuera, pese a sus desesperados esfuerzos, y Angmark le echó una soga al cuello.
-Ahora-dijo-, usted es Haxo Angmark y yo, Edwer Thissell. Welibus está muerto, y también usted morirá pronto. No tendré la menor dificultad en reemplazarle en su trabajo; tocaré los instrumentos como los Hombres de la Noche, y cantaré como un cuervo. Usaré la Polilla Lunar hasta que se pudra y después me procuraré otra. Se sabrá en Polípolis que Haxo Angmark ha muerto y todo quedará en paz.
Thissell casi no le escuchaba.
-No puede hacerme esto-gemía-. Mi máscara, mi rostro...
Una mujer corpulenta, con una máscara de flores rosadas y celestes, caminaba por el muelle. Vio a Thissell, emitió un agudo chillido y cayó de bruces sobre el pavimento.
-Vamos-dijo alegremente Angmark, tirando de la soga.
Angmark tocaba el zachinko y cantaba:
-He aquí al famoso criminal Haxo Angmark. Su nombre es aborrecido en todos los mundos exteriores. Ahora ha sido capturado y se le conduce a la muerte, expuesto a la vergüenza pública. ¡Mirad a Haxo Angmark!
Entraron en la explanada. Un chico gritó de miedo y un hombre de asco. Thissell trastabilló. A través de sus lágrimas sólo podía ver formas y colores desorganizados. La poderosa voz de Angmark cantaba:
-¡Contemplad todos al criminal extranjero Haxo Angmark! ¡Acercaos a ver su ejecución!
Thissell exclamó con voz débil:
-No soy Angmark; soy Edwer Thissell; él es Angmark.
Nadie le escuchaba; todos proferían exclamaciones de consternación, disgusto o repugnancia ante la vista de su rostro. Suplicó a Angmark:
-Déme mi máscara, al menos un trapo de esclavo...

Angmark cantaba jubiloso:
-Ha vivido en el oprobio y ahora, desenmascarado, morirá también en el oprobio.
Un Duende del Bosque se detuvo ante Angmark.
-Polilla Lunar, volvemos a encontrarnos.
Angmark cantó:
-Apártate amigo Duende; debo ejecutar a este criminal, que ha vivido en la vergüenza y ha de morir en ella.
Se había reunido una muchedumbre en torno a ellos. Las máscaras miraban a Thissell con morbosa curiosidad.
El Duende del Bosque arrebató la soga de manos de Angmark y la arrojó al suelo. La muchedumbre rugió. Voces aisladas dijeron:
-Que no haya duelo, que no haya duelo, ¡ejecutad al monstruo!
Alguien cubrió la cabeza de Thissell con una tela. Y cuando él esperaba la herida del cuchillo, le cortaron en cambio las ligaduras. No perdió un instante; se acomodó la tela, ocultando bien el rostro y mirando a través de los pliegues.
Cuatro hombres sostenían a Haxo Angmark. El Duende del Bosque, frente a él, tocaba un cáramo.
-Hace una semana trató de arrancarme la máscara. ¡Ahora ha conseguido su perversa finalidad!
-Pero es un criminal-exclamó Angmark-. Un infame y notorio criminal.
-¿Cuáles son sus crímenes?-cantó el Duende del Bosque.
-Ha asesinado y traicionado; ha hundido barcos; ha torturado, chantajeado, robado y vendido niños como esclavos; ha...
El Duende del Bosque le interrumpió.
-Las diferencias de opinión religiosa no tienen importancia. Pero todos somos testigos del crimen que usted acaba de cometer.
El caballerizo se adelantó y cantó airado:
-¡Esta insolente Polilla Lunar intentó privarme de mi mejor cabalgadura hace nueve días!
Otro hombre se abrió paso. Llevaba una máscara de Experto Universal, y cantó:
-Soy un maestro creador de máscaras. Reconozco al extranjero Polilla Lunar. Hace pocos días entró en mi tienda y puso en duda mi capacidad. ¡Merece la muerte!
-¡Muera el monstruo extranjero!-gritó la muchedumbre.
Una ola de hombres avanzó. Hojas de acero subieron y bajaron y se cumplió la exigencia.
Thissell miraba, inmóvil. El Duende del Bosque se le aproximó y, tocando la estímula, cantó con severidad:
-Nos inspira usted piedad, pero también furor. Un hombre de verdad jamás habría sufrido esa indignidad.
Thissell respiró profundamente. Cogió su zachinko y respondió:

-Amigo mío, me calumnia usted. ¿Acaso no reconoce el verdadero valor? ¿Qué preferiría, morir en el combate o caminar por la explanada sin su máscara?
El Duende del Bosque cantó:
-Sólo hay una respuesta posible. Elegiría morir en el combate. No podría soportar tal ignominia.
Thissell cantó a su vez:
-Pues yo afronté esa misma opción. Podía luchar con mis manos atadas, y morir. O también sufrir el oprobio y derrotar a mi enemigo. Quizás os falta strakh para un acto semejante. He demostrado heroica osadía, y os pregunto a todos: ¿quién de vosotros habría tenido el valor de hacer lo que yo he hecho?
-¿Valor?-preguntó el Duende del Bosque-. No le temo a nada, ni siquiera a la muerte a manos de los Hombres de la Noche.
-Conteste entonces.
El Duende del Bosque dio un paso atrás y pulsó su kamantil doble:
-Si ése era el motivo, ha sido un verdadero acto de bravura.
El caballerizo produjo en su gomapardo una serie de acordes en sordina y cantó:
-Ninguno de nosotros osaría hacer lo que ha hecho este hombre desenmascarado.
El fabricante de máscaras se acercó a Thissell, y tocó obsequioso su kamantil doble:
-¿Querrá el Señor Héroe visitar mi tienda y cambiar este trapo vil por una máscara digna de él?
Otro fabricante de máscaras agregó:
-Antes de elegir, Señor Héroe, examine mis magníficas creaciones.
Un hombre con la máscara de Pájaro del Cielo Brillante se acercó a Thissell respetuosamente:
-Acabo de terminar una suntuosa casa flotante. En su construcción he invertido diecisiete años. Concédame el honor de aceptar y utilizar esa espléndida embarcación. A bordo le aguardan para servirle esclavos diligentes y muchachas encantadoras. Hay vino abundante en las bodegas y alfombras de seda en las cubiertas.
-Gracias-respondió Thissell, tocando con vigor y confianza su zachinko-. Acepto complacido. Pero lo primero de todo es una máscara.
El creador de máscaras tocó un trémolo interrogativo en su gomapardo.
-¿Consideraría el Señor Héroe que un Conquistador del Dragón Marino es inferior a su dignidad?
-De ningún modo-respondió Thissell-. Me parece una máscara adecuada y satisfactoria. Iremos a verla ahora mismo.
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Pies de página de la obra original
1. Kiv : Instrumento consistente en cinco hileras metálicas elásticas, a razón de catorce tiras por hilera. Se ejecuta torciendo, golpeando.
2. Estímula : tres tubos, semejantes a flautas, equipados con pistones. El índice y el pulgar aprietan una vejiga que introduce aire en las embocaduras. Los dedos medio, anular y meñique mueven las llaves de corredera de los pistones. La estímula es un instrumento apropiado para una fría retirada, o bien para la desaprobación

3. Krodatch : caja de resonancia cuadrada, pequeña, con cuerdas de tripa frotadas con resina. El músico las hiere con la uña o con la punta del dedo, para producir una variedad de sonidos serenos y formales. El krodatch se utiliza también como instrumento insultante.

4. Cáramo : gaita en miniatura. Se aprieta la bolsa entre el pulgar y la palma, mientras se cubren con los demás dedos los agujeros de cuatro tubos.
5. Gomapardo : uno de los raros instrumentos eléctricos utilizados en Sirene. Un oscilador produce un sonido similar al del oboe, y cuatro llaves permiten modularlo, subirlo o bajarlo de tono, hacer que vibre o suene en sordina.

6. Kamantil doble : instrumento similar a la ganga, pero en el que el sonido se produce torciendo o inclinando un disco de cuero impregnado de resina contra una o más de las cuarenta y seis cuerdas.