2018-12-09

Una descripción que me gusta


Zahara era tal y como me la había imaginado: una belleza morena de veintitrés años, espigada y flexible como un junco, con algo de felino en sus movimientos, y en la mirada de sus ojos de color verde oliva, tal vez heredada de una estirpe bereber al otro lado del Estrecho.

Lejos del corazón
Lorenzo Silva

2018-12-07

Así nace lo que ellos llaman “un fascista”

Como un reguero está circulando por la Red esta Carta abierta escrita, con contundente y brillante estilo, por un médico y escritor malagueño.
Hoy, a tan sólo unas horas de que el pueblo andaluz haya dicho ¡BASTA YA! a 40 años de Régimen Monocolor, cuando las trituradoras de papel están echando chispas en todos los despachos de la Administración andaluza y cuando Pablo Iglesias anda en Madrid, estupefacto, preguntándose qué coño habrá pasado aquí para que el avance fascista haya sido tan rotundo, yo le voy a dar unas claves para que reflexione.
Mire usted, señor Iglesias. Vivo a temporadas en un pueblecito de Málaga que se llama Sedella. Son pocos habitantes en Sedella, pero magníficas personas. Tendría usted que conocer el pueblo. Por sus gentes, por su gastronomía y por sus vistas a la Tejea. Yo le invito a mi casa. También a Irene.
Sedella tiene un alcalde de Izquierda Unida porque 6 de sus 7 concejales son de Izquierda Unida. Y la gente quiere a su alcalde porque da trabajo y porque se preocupa por el pueblo.
Ningún concejal de VOX hay por allí que pueda molestarle a usted, señor Iglesias. Nadie de Ciudadanos. Nadie del PP. Nadie de derechas que deba quitarle el sueño. Son unos rojos mis paisanos de Sedella. Unos rojos irredentos. Unos rojos de cojones.
Pero mire usted por dónde hace unas horas, como por ensalmo, se me han vuelto fascistas mis paisanos, o medio fascistas. 109 votos han ido al Partido Socialista y a Podemos, y otros 105 se han marchado a VOX, al PP y a Ciudadanos. ¿No le asombra eso, señor Iglesias?
¿No le dice nada que un pueblo de rojos se haya convertido en facha de la noche a la mañana?
¿No le dice nada que un pueblo de rojos se haya convertido en facha de la noche a la mañana? ¿Sigue pensando usted que hay que “salir a la calle para combatir el fascismo”? ¿Cree necesaria una marcha con el lema “No Pasarán”? ¿No se da cuenta, señor Iglesias, de que ese supuesto fascismo ha nacido de las propias filas de usted y del Partido Socialista, de sus propios errores, de sus propias contradicciones, y de tanto tocarnos los cojones al conjunto de la sociedad?
Mire usted, señor Iglesias:
Cuando usted grita “¡Visca Cataluña Libre y Soberana!”, nace un fascista.
Cuando usted dice que no puede pronunciar la palabra España porque le duele la boca, nace un fascista.
Cuando usted se va a una cárcel a negociar los presupuestos nacionales con unos investigados por sedición, nace un fascista.
Cuando usted predica pobreza y sobriedad, pero se compra un chalé, nace un fascista.
Cuando una parlamentaria de Podemos retira la bandera española del Parlament catalán, nace un fascista.
Cuando Ada Colau dice que ha votado Sí a la independencia catalana en un referéndum ilegal, nace un fascista.
Cuando usted y los suyos hacen parabienes de Chaves y Maduro, nace un fascista.
Cuando Pedro Sánchez y usted se reparten, como cromos, los puestos directivos de Radiotelevisión Española, nace un fascista.
Cuando usted se lleva las manos a la cabeza porque un inmigrante ilegal murió de un infarto en Lavapiés, pero no se las lleva cuando asaltan en grupo la valla de Melilla, nace un fascista.
Cuando le tiran excrementos a nuestra policía de fronteras y usted no dice nada, nace un fascista.
Cuando usted dice que no puede pronunciar la palabra España porque le duele la boca, nace un fascista.
Cuando a Pedro Sánchez lo encumbran a la presidencia del Gobierno los votos de usted, y los de Bildu, y los de Gabriel Rufián, nace un fascista.
Cuando escupen los independentistas a Borrell, y usted se calla, nace un fascista.
Cuando Susana Díaz dice que la huelga de los médicos catalanes le parece justa y necesaria, pero que la de los médicos andaluces es cosa de personas de derechas, nace un fascista.
Cuando un andaluz tiene que esperar 10 meses una colonoscopia y luego, tras hacérsela, resulta que tiene un cáncer de intestino, nace un fascista.
Cuando un andaluz va a la farmacia y hay desabastecimiento, nace un fascista.
Cuando a un maestro andaluz le pegan, o le insultan, y la izquierda no dice nada, nace un fascista.
Cuando a una auxiliar de enfermería andaluza le arrojan una escupidera de orines a la cabeza, y la izquierda no dice nada, nace un fascista.
Cuando en las aulas se les obliga a los niños a estudiar temarios tendenciosos, nace un fascista.
Cuando Susana Díaz dice que la Gurtel estuvo mal, pero que los ERE fueron una tontería, nace un fascista.
Cuando un puñado de altos cargos socialistas se va de putas con el dinero de los andaluces, nace un fascista.
Cuando Pedro Sánchez dice ayer que lo ocurrido en Cataluña es una rebelión, y dice hoy que sólo es una sedición, nace un fascista.
Cuando Willy Toledo se caga en Dios y la izquierda progresista le ríe la gracia, nace un fascista.
Cuando Willy Toledo se caga en Dios y la izquierda progresista le ríe la gracia, nace un fascista.
Cuando un cómico se suena los mocos en la bandera española y la izquierda progresista lo defiende, nace un fascista.
Cuando Ada Colau, sin despeinarse, dice que un almirante español del siglo XIX era un fascista, nace un fascista.
Cuando Podemos de Zaragoza organiza unas Jornadas Antifascistas e invita como ponente a una exterrorista de Terra Lliure que asesinó a nueve personas, nace un fascista.
Pues eso, señor Iglesias. Ya no le canso más.
Busque usted a los fascistas en las propias sedes de Podemos. Y que Susana Díaz y Pedro Sánchez los busquen en las sedes del Partido Socialista. Pues quien siembra vientos, recoge tempestades. Y se cría lo que se come. Y algunas junteras no son buenas. Y todos los fascismos tienen, o han tenido, un motor desencadenante. […]
Así que, señor Iglesias, ahórrenos ahora llantos y lamentos en las calles. Ahórrenos barricadas y carreras policiales. La movilización ha de hacerse antes de ir a las urnas, no después, cuando no gusta el resultado. Eso, al menos, es lo que dicen los verdaderos demócratas.
 Deje tranquila a Andalucía por cuatro años, y veamos todos, al menos por una vez, qué saben hacer, por estas maltratadas tierras, Ciudadanos y el PP.
Y si dentro de cuatro años no nos gusta lo que hacen, si montan otro cortijo de otro color o si la gente sigue esperando diez meses para una colonoscopia, haremos como hemos hecho ahora con el cortijo de Susana: mandarlo a hacer puñetas, y a otra cosa, mariposa.
Pues eso, precisamente, es lo que me encanta de la democracia: que nunca damos los votos. Tan sólo los prestamos.
Juan Manuel Jiménez Muñoz.
Médico y escritor malagueño

El desahogo de Alfonso Ussia

Alfonso Ussia.- Los que han gritado en Murcia que Ortega Lara vuelva al zulo y que añoran los «democráticos» asesinatos de Paracuellos, no son antifascistas. Son unos hijos de la gran puta, sin más. Unos criminales de la palabra que sueñan con los camiones callejeros repartiendo armas y municiones a los nuevos milicianos, que están igual de dispuestos a formar parte de las brigadas del amanecer que sus antecesores republicanos.
El periodismo es el gran culpable de la perversión del lenguaje. «Lucha armada» para suavizar la voz seca del terrorismo.

«Militantes comprometidos» para disfrazar el odio y el cianuro del comunismo. Es «demócrata» el socialista, el comunista, el separatista y el terrorista. Y todo aquel que no se incluya en los cuatro sectores de la infección anteriormente citados es un fascista. Fascistas de centro izquierda, fascistas de centro, fascistas liberales, fascistas demócrata-cristianos, fascistas conservadores… todos fascistas. Sentirse español, reconocerse constitucionalista, defender a la Corona y respetar los símbolos de España, es de fascistas. ¿Quiénes son los «antifascistas» para los medios de comunicación? Los que desean romper España, los que sueñan con destruir la Constitución que nos garantiza la libertad – la de ellos, también-, los que están obsesionados por derruir la Monarquía Parlamentaria, los que anuncian su proyecto de controlar los medios de comunicación hacia la información y el pensamiento únicos, los que procuran que el idioma que hablan en el mundo 500 millones de personas se prohíba en su raíz y origen, que es España. Los que rescatan símbolos inventados o podridos por la experiencia de la Historia y confunden el franquismo con los Reyes Católicos.

Esos son demócratas. Los que lloran por el bombardeo de Guernica y celebran la masacre de Cabra. Los que se sienten orgullosos cuando contemplan el bosque de tumbas, con más de seis mil árboles de cruces blancas en Paracuellos. Son «antifascistas», simplemente, amablemente tratados, arbitrariamente defendidos por los responsables de la información y de las empresas que buscan el caudal y el flujo del dinero a cambio de la ambigüedad permanente.

Creer en Dios es de fascistas. Admirar a las Fuerzas Armadas y las de Seguridad del Estado, es de fascistas. Elogiar la pasmosa maestría de la pintura de Augusto Ferrer-Dalmau, es de fascistas. De ahí que los académicos de Bellas Artes, que no le llegan al gran pintor catalán ni a la uña de los pies, son todos antifascistas. Pasear por el barrio de Salamanca es de fascistas. Tener un chalé en las afueras de Madrid – con excepción de La Navata-, es de fascistas. Comprar pasteles para la comida familiar del domingo, es de fascistas. El Nacimiento es de fascistas. Amparar la vida de los indefensos que mueren abortados con anterioridad a ver la luz, es de fascistas. Matar a los niños indefensos es de «personas libres, comprometidas y antifascistas», por no decirles lo que son. Ser partidario de Israel es de fascistas. Obligatoriamente hay que ser pro-palestino, proyihadista y pro-inmigrante.

Violar en grupo a una mujer es delito brutal –y lo es–, siempre que los violadores sean españoles. De ser inmigrantes, los violadores pasan a pertenecer al grupo de víctimas de la sociedad. Estudiar para aprobar los exámenes es propio de jóvenes fascistas, porque se pueden conseguir los títulos con democráticos suspensos. España ha sido dividida por los políticos y una gran parte del periodismo, entre fascistas y antifascistas. Marchamos hacia el abismo. Otegui es hombre de paz y Puigdemont un héroe perseguido por el fascismo. Y un grupo de salvajes le grita a Ortega Lara que merece otros quinientos días de tortura en un agujero, y los periodistas les dicen «antifascistas», cuando son unos criminales en potencia y unos perfectos e insuperables hijos de la gran puta. Me he desahogado.

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